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Sexo, mentiras y feminismoCapítulo 9: Mentiras, malditas mentiras y estadísticas de las Naciones UnidasAutor de la obra original: Peter ZohrabTraducción al castellano por: Gustavo Revilla Olave |
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Introducción
El capítulo dedicado al complejo de las universidades y los medios de comunicación, entre otros, proporciona ejemplos específicos sobre como la industria de investigación feminista explota su control sobre la investigación de género publicando y diseminando estadísticas falsas y engañosas. Unas estadísticas nacidas de una irónica combinación de incompetencia feminista, su despiadada indiferencia hacía la verdad y la cobarde reluctancia de muchos académicos no feministas a investigar demasiado de cerca por temor a dañar sus carreras.
La única manera de contrarrestar su máquina de propaganda es con coraje, persistencia, estudios imparciales y estadísticas precisas. Neutralizar lo malo con lo bueno. Existen muchos que han intentado precisamente esto. Pero entonces llega la parte difícil-conseguir que la verdad atraviese el filtro de la burocracia dominada por las feministas, y el de los vendedores de libros y editores que suprimen o ignoran prácticamente cualquier dato que no apoye la opinión feminista. Por ejemplo, en cierta ocasión escribí a la policía Neozelandesa pidiendo detalles sobre sus imputaciones por acusaciones falsas según la categoría del crimen alegado. Me contestaron que ellos no conservaban esta clase de estadísticas y que no las recopilarían para mí, ni tampoco me permitirían acudir a sus archivos para reunirlas por mí mismo.
En otra ocasión, escribí al Ministro para los Juzgados* de Nueva Zelanda pidiéndole estadísticas sobre con que frecuencia los padres logran la custodia de sus hijos en los juzgados de familia, y recibí una respuesta también negativa. Esta disposición negativa a conservar estadísticas de un valor relevante para las necesidades de los hombres y los padres se remarca en el siguiente correo electrónico que recibí de Robyn Munro, de la unidad de Planificación e Información, oficina nacional, ministerio de los juzgados neozelandés, el 12 de noviembre de 1999:
*Nota del Traductor: Ministro para los Juzgados, en inglés Minister for Courts, o Minister of the Court, fue un cargo público neozelandés que no tiene homólogo en nuestro sistema gubernamental. Surgió en el año 1995 como resultado de una escisión en tres partes del Departamento de Justicia de este país (concretamente el Ministerio de Justicia, el Ministerio de los Juzgados y el Ministerio de los Correccionales) y su cometido consistió en controlar aspectos prácticos, ni jurídicos ni legislativos, del funcionamiento administrativo de los juzgados. Sin embargo, aunque las otras dos escisiones que surgieron en esa fecha existen todavía, el cargo de Ministro para los Juzgados desapareció a los pocos años de su creación.
En respuesta a su llamada de teléfono de hoy: Desafortunadamente no podemos facilitarle información detallada sobre resultados de custodia/acceso de los Juzgados de Familia. Tenemos cifras de los casos que han sido procesados pero no información sobre los resultados definitivos de estos casos. Hubo 9068 casos procesados a nivel nacional en el último año contable. Lo siento pero no puedo ayudarle más. La información que busca no se recopila a nivel nacional y tampoco sé si los juzgados particulares conservan estos datos.
En Inglaterra sucede lo mismo:
“Desafortunadamente, los números ya no tienen la misma importancia cuando los hombres dejan de ser los malos.” (Thomas 1993, página 145).”
Esto va más allá del mero hecho de que los datos no estén disponibles-¡las estadísticas editadas con anterioridad son retiradas de los archivos! El compendio estadístico de los Estados Unidos, por ejemplo, acostumbraba a publicar un anexo con el sexo de quienes perpetraban maltrato infantil. Una vez que los partidarios de los derechos de los hombres divulgaron estos datos, un burócrata gubernamental decidió que el mundo no necesitaba saber que la mayoría de las perpetradoras de los maltratos infantiles son mujeres. Así que 1992 fue el último año en el que se divulgaron estos datos. (Compendio Estadístico de los Estados Unidos, 1992, Tabla Nº 301).
El IDG y el MEG.
Desde las Conferencias de Mujeres de las Naciones Unidas hasta los documentos similares al Informe sobre Desarrollo Humano de las Naciones Unidas del año 1995**, podemos constatar que las feministas están actualmente bien afianzadas dentro de las Naciones Unidas. Peor aún, están utilizando las Naciones Unidas para extender el feminismo occidental al resto del mundo.
**Nota del Traductor: El Informe sobre Desarrollo Humano de las Naciones Unidas del año 1995, nace de la conferencia de la ONU celebrada ese mismo año en Pekín, que fue la cuarta conferencia de la ONU centrada en los Derechos de las Mujeres y que supuso un hito en la evolución del movimiento feminista, ya que en este encuentro las Naciones Unidas reconocieron su apoyo incondicional al feminismo de género y se comprometieron a impulsar nacional e internacionalmente el desarrollo de esta ideología y las iniciativas y medidas que surgiesen de ella.
En la página 73 del Informe sobre Desarrollo Humano de 1995, por ejemplo, en un capítulo centrado en “la medida de la desigualdad de género mediante índices compuestos simples basándose en datos fácilmente disponibles” proponen dos sistemas de medida, el IDG (Índice de Desarrollo Humano Referido al Género) y el MEG (Medida de Empoderamiento de Género). El IDG no es más que una adaptación de un índice anterior de las Naciones Unidas-el IDH (Índice de Desarrollo Humano). El IDH da a cada nación una posición relativa de desarrollo basándose en el nivel de ingresos, la esperanza de vida, el índice de alfabetización ciudadana entre los adultos y en la cantidad de personas que se encuentran inscritas dentro de su sistema educativo.
De un modo similar, el IDG da a los países un grado de feminización según la comparación entre los ingresos masculinos y femeninos, la esperanza de vida, el grado de alfabetización de los adultos, y las cifras de matriculados en las instituciones educativas. Por supuesto, “la esperanza de vida”, es la pieza que no encaja aquí y de común las feministas nunca la admitirían en uno de sus índices. Pero para conseguir que el IDG fuese aceptado tuvieron que transigir.
A pesar de todo tenían que lidiar con el problema propagandístico referido al tema de la esperanza de vida, ya que las mujeres viven más que los hombres en casi todos los países del mundo, exceptuando dos prácticamente. ¡Pero al menos había excepciones! Para desviar la atención del tema de la esperanza de vida, Hillary Clinton realizó un discurso lamentando la menor esperanza de vida de las mujeres comparada con la de los hombres cuando visitó estos dos países del sur de Asia. Eso preparó el escenario para lo que tenían planeado que vendría después.
En primer lugar las feministas de las Naciones Unidas urdieron un truco de magia estadístico: dispusieron una esperanza de vida máxima para las mujeres que era superior en cinco años a la de los hombres, y una esperanza de vida mínima para las mujeres también superior en otros cinco años a la de los hombres, entonces pasaron a “ajustar” sus datos no procesados y realizaron sus cálculos y clasificaciones sobre esta base. ¿Pero no tienen relevancia las diferencias? ¿Quedarían ocultas por un truco de prestidigitación como éste? Para justificar esta treta maliciosa, dijeron:
“Existen fuertes evidencias de que la esperanza de vida potencial máxima para las mujeres es superior a la de los hombres- dándose los mismos cuidados, incluidas la atención sanitaria y las opciones nutricionales.”
Citan dos trabajos relativamente antiguos realizados por autoras (Holden 1987 y Waldron 1983) en relación con este tema. En la misma página, continúan afirmando:
“En las previsiones demográficas también se anticipa la mayor esperanza de vida de las mujeres. Para el año 2050, por ejemplo, la esperanza de vida en los países industrializados se calcula en 87.5 años para las mujeres y en 82.5 años para los hombres...”
Esto demuestra como no es necesario que las mujeres sean competentes para desempeñar un trabajo en un entorno políticamente correcto. No es la esperanza de vida potencial de la gente lo que se anticipa mediante las previsiones demográficas, si no su esperanza de vida real; ¡después de todo, factores sociales como la atención sanitaria han realizado su labor! Si el propósito es predecir el curso real de los acontecimientos del modo más preciso que sea humanamente posible, ningún demógrafo sería lo suficientemente estúpido como para realizar previsiones basadas en potenciales.
Más aún, Vallin (1995) defiende un punto de vista contrario como la causa de las diferencias de esperanza de vida existentes entre hombres y mujeres:
“Desde hace ya muchos años, la mayoría de los autores han estado de acuerdo en que las diferencias sociales de rol existentes entre hombres y mujeres y factores afines son la causa principal de su desigualdad frente a la muerte. (Página 178).”
Si la diferencia en la esperanza de vida entre hombres y mujeres es en realidad resultado de sus diferentes roles sociales, las feministas no deberían esconder este hecho con cifras manipuladas. Hay varias teorías (ver Kirkwood, 1999) de que las mujeres viven más que los hombres porque la sociedad necesita asegurar que las principales cuidadoras vivan el tiempo necesario para hacer alcanzar la madurez a sus hijos, pero esto es puramente especulativo. Sobre todo porque hasta el relativamente reciente desarrollo de las prácticas higiénicas con la llegada del siglo XX, las mujeres morían antes que los hombres y el progenitor que permanecía era el padre.
A continuación, las feministas de las Naciones Unidas desarrollaron su Medida de Empoderamiento de Género (MEG)- un índice completamente nuevo impoluto de cualquier inconveniencia relacionada con la esperanza de vida. Esta medida compara a hombres y mujeres en base a:
Este índice es arbitrario, motivado por intereses políticos y orientado al cien por cien a demostrar que las mujeres están “oprimidas”, y en consecuencia son merecedoras de compasión*** y una financiación y acción política focalizada. Nos quedaríamos cortos si dijésemos que el MEG es tendencioso.
***Nota del Traductor: Sentir compasión y apoyar a las mujeres discriminadas resulta lógico pero ¿no son los hombres al sufrir las discriminaciones que su rol social les ocasiona igualmente dignos de compasión? En una sociedad influenciada por el feminismo con su bagaje fuertemente misándrico (defensor del odio o el desprecio contra los hombres) y femicéntrico (centrado fundamentalmente en potenciar la figura femenina o resolver sus exclusivos problemas), unido esto a las atávicas discriminaciones sexuales propias del sexo masculino, como la competencia extrema entre varones o la vinculación de lo masculino al riesgo, y la conducta caballerosa y protectora hacía las mujeres, desde luego sociopolíticamente, ni a un nivel nacional o internacional, inspiran tanta lástima las discriminaciones sufridas por los hombres como aquellas sufridas por las mujeres.
De hecho la ONU hasta la fecha ha celebrado cuatro conferencias centradas en la situación de las mujeres, (la de México (1975), la de Copenhague (1980), la de Nairobi (1985), y la de Pekín (1995) ya mencionada en este capítulo) pero ninguna centrada en la de los hombres. Podría pensarse que los hombres no sufren discriminaciones preferentes y en consecuencia no merecen conferencias de la ONU o acciones específicas para luchar por sus derechos. Pero desde que la ONU comenzó su andadura, han sido muchas las circunstancias que demuestran como las distintas civilizaciones y naciones a nivel mundial dan a los hombres peor trato que a las mujeres en determinados aspectos.
Los muertos, mutilados, o heridos graves en conflictos bélicos son en su inmensa mayoría hombres, desde el momento que por educación o como resultado del reclutamiento forzoso la profesión de soldado está reservada preferentemente al sexo masculino. Los accidentados o muertos como resultado de la actividad laboral son también generalmente varones. Anualmente y a nivel mundial de los más de dos millones de vidas perdidas por esta causa la inmensa mayoría son de hombres, y de los aproximadamente 270 millones de accidentes laborales no mortales el porcentaje global de víctimas masculinas es cercano al 80%, según estimaciones de la OIT (Organización Internacional del Trabajo). Incluso los muertos o heridos graves como resultado de enfrentamientos en tiempos de paz son en su mayoría de sexo masculino. Según la ONUDD (Oficina de las Naciones Unidas contra las Drogas y el Delito, siglas en inglés UNODC) en su primer Estudio Global sobre el Homicidio, publicado en el año 2011, estableciendo una media mundial los hombres se enfrentan a un riesgo mucho mayor de muerte violenta (11,9 por 100.000) que las mujeres (2,6 por 100.000). Otro estudio de carácter internacional realizado por la Secretaría de la Declaración de Ginebra en el año 2011, el informe sobre “La Carga Global de la Violencia Armada”, que cuantifica las muertes tanto en época de guerra como de paz, da valores mundiales de violencia mucho más elevados para los hombres que para las mujeres, con un 87% de hombres víctimas de muerte violenta frente a un considerablemente inferior 13% de víctimas de sexo femenino.
Debemos mencionar también el mayor grado de suicidios, que representan aproximadamente un millón de muertes anuales a nivel mundial, mayoritariamente cometidos por varones según la OMS y con ratios cuatro veces superiores para los hombres que para las mujeres según el trabajo “Suicidio. Factores de riesgo”, de los autores Covadonga Huergo y Sergio Ocio, o el aumento del desprecio y el odio hacía la figura masculina nacidos del feminismo radical, o el impacto negativo que suponen en los hombres las legislaciones y normativas nacidas del feminismo, amén de un largo etcétera de situaciones que convenientemente analizadas y presentadas en forma de tablas y datos ante la opinión pública demostrarían que las discriminaciones que sufren los hombres no desmerecen de las sufridas por las mujeres. Por lo tanto su erradicación también debería ser objeto de una atención especial por parte de la ONU. De ser la ONU igualitaria. Pero si quien lidera la lucha contra las discriminaciones sexuales o de género es el tendencioso movimiento feminista la única atención especial se reservará para su grupo preferente.
Como bien señala Elizabeth Badinter en su obra de crítica del pensamiento feminista “Por Mal Camino” la victimización unilateral y exagerada del sexo femenino es uno de los recursos fundamentales con los que las feministas de género, rama más politizada e influyente del movimiento feminista en la actualidad, están obteniendo apoyos y beneficios de los diferentes gobiernos, mediante una conducta manipulativa y secuaz que en una entrevista posterior aparecida en el periódico argentino La Nación esta autora no dudo en calificar como “realmente egoísta con respecto a otras categorías sociales”
Si por cuestiones culturales y educativas la mayor parte de la sociedad-incluyendo a la ciudadanía y los dirigentes- no hubiese sido sensibilizada para sentir más lástima y compasión hacía el sufrimiento femenino que hacía el masculino esta estrategia política no resultaría tan eficaz para las feministas. Por otro lado sus campañas, estudios y estadísticas tramposas, es decir, el conjunto de mentiras o distorsiones sobre las que tan oportuna y detalladamente nos ilustra Zohrab en este libro, contribuyen también a preservar y aumentar la ventaja que obtienen de esta situación. Y finalmente ¿cómo podrían ser justas y admitir que los hombres como grupo están siendo discriminados y en consecuencia son merecedores de apoyo y compasión por parte de los gobiernos, si uno de los dogmas básicos sobre los que se ha construido el feminismo afirma que los hombres somos privilegiados sociales e históricos?
Conclusión
Los movimientos de padres/ hombres harían muy bien en proponer su propio IEG (Índice de Empoderamiento de Género), el cual compararía a hombres y mujeres en base a:
Pongamos como ejemplo Francia, donde los hombres cometen suicidio en una proporción tres veces superior a la de las mujeres, y los suicidios masculinos se han incrementado en un 35% desde el año 1974, mientras que el porcentaje de suicidios femeninos se ha mantenido estable dentro de este periodo.1 ¡Los hombres no están suicidándose en mayor número que las mujeres porque dirigen la sociedad para su propio provecho y oprimen a las mujeres! Si este fuese el caso, las mujeres se suicidarían más a menudo y morirían a edades más juveniles.
La industria de investigación feminista ha explotado su tácito monopolio de los estudios de género publicando y diseminando estadísticas cortadas a la medida de sus metas políticas. Es difícil conseguir estadísticas basadas en una sensibilidad promasculina porque las burocracias occidentales no ven ninguna razón para recopilar o publicar estadísticas que toquen estos temas. Adicionalmente, las universidades dominadas por las feministas tienen miedo a investigar sobre estas cuestiones- en realidad, los comités de ética de las universidades actúan muy a menudo como filtros que previenen la investigación a favor de los hombres.
Es una guerra informativa y los movimientos de hombres/ padres deben considerar a los conocimientos y datos como armas de instrucción masiva. Debemos, por lo tanto, sitiar sus mentiras, bombardear a los medios de comunicación con una salva tras otra de realidades hasta que sus oídos vibren con la verdad, y asaltar los arsenales donde estas armas se almacenan- las universidades y las burocracias del gobierno. No más mentiras, no más verdades a medias, no más cazas de brujas.