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Sexo, mentiras y feminismoCapítulo 6: Falsas acusaciones y la mentira del abuso infantilAutor de la obra original: Peter ZohrabTraducción al castellano por: Gustavo Revilla Olave |
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Introducción
Las sociedades occidentales han sido llevadas a un estado de paranoia colectiva en lo referido al abuso sexual de niños cometido por los hombres. Esta situación próxima a la histeria ha sido provocada por los medios de comunicación: ellos se regodearon con la propaganda feminista antivarón y nos la pasaron al resto de nosotros, que quizás pensamos ingenuamente que los medios de comunicación no nos mentirían. De hecho, hasta hace relativamente poco, cuando yo comencé a interesarme por el tema, pensaba como la mayoría de la gente que “abuso infantil” y “abuso sexual infantil” eran lo mismo, aunque no lo son.
Algunos terapeutas han animado a pacientes adultos a achacar una amplia variedad de síntomas a memorias suprimidas de hombres abusando sexualmente de ellos cuando eran niños. Algunas madres han utilizado de un modo creciente las acusaciones de abuso infantil como un arma dentro de las disputas por la custodia de los niños, de acuerdo con la asociación World Wide Divorcer Parents.
Las mujeres no tienen nada que perder al utilizar esta táctica para ganar la custodia exclusiva y/o restringir el acceso de los padres a los niños, desde el momento que no hace falta ninguna prueba, según el proceder habitual de los juzgados criminales, para realizar estas alegaciones en los juzgados de divorcio. Ni tampoco es probable que sean acusadas por hacer esta clase de falsas alegaciones- en base a las cargas de prueba requeridas por las cortes criminales, sería muy difícil el demostrar que las acusaciones fueron falsas. Así que los hombres son considerados culpables en base a simples, no probadas alegaciones en los juzgados de familia/divorcio- ¡y quienes les acusan son inmunes a las acusaciones, ya que cualquier cargo por perjurio requeriría pruebas reales!
Es importante proteger a los niños, pero debemos establecer un equilibrio entre proteger a la sociedad de los abusadores sexuales y proteger a la gente inocente de los recuerdos prefabricados de abuso durante la infancia, creados en mentes adultas por los asesores feministas.
Abuso a niños y abuso sexual a niños.
El compendio estadístico de los EEUU de 1992 (tabla Nº 301) informa de que en el año 1976 el maltrato sexual ascendía sólo al 3.2% de los casos totales de maltrato a niños de los EEUU. Como todos sabemos las feministas han dado una enorme publicidad a este tipo de crimen. Consecuentemente, otras clases de malos tratos a niños se han visto eclipsados por una relativa negligencia de los medios dominados por el feminismo.
También se han concentrado en los abusadores sexuales masculinos, por ello bien puede suceder que el abuso sexual de niños perpetrado por mujeres esté investigado muy por debajo de su cantidad real. La proporción del delito sexual sobre el que se informaba en esta tabla sufrió un considerable salto en 1977 hasta el 6.1%, entonces permaneció bastante estático hasta el 1984, cuando dio otro gran salto hasta el 13.3%. Para 1986, el nivel había subido hasta el 15.7% del total de casos de malostratos a niños de los EEUU. Es bastante razonable el asumir que toda la publicidad acerca de un crimen relativamente infrecuente esté motivada por el odio hacía los hombres, que son habitualmente las víctimas de falsas acusaciones de abuso sexual.
Sería interesante el intentar relacionar estos saltos con acontecimientos académicos y mediáticos ocurridos en América, relativos a los casos de abusos sexuales a menores. Bob Kirkpatrick, de la organización mundial de padres divorciados, cree que existe una conexión:
“Durante la década de 1970 (de acuerdo con la organización COSA), la comunidad de psicólogos comenzó a considerar los temas sobre abusos a menores. En esa época, comenzaron los primeros estudios globales y controles longitudinales sobre este tema. A finales de los ochenta comenzamos a ver los primeros resultados de estos estudios y continuaron su camino hasta llegar a manos del gobierno, e igualmente hasta los juzgados y la gente."
Y un aspecto incluso más importante en relación con este tema es la posible censura de los datos inadecuados. El último año en el que el compendio estadístico de los EEUU informó sobre el sexo de los perpetradores de maltrato a niños fue en 1986 (en la edición de 1992). En ese año, un 55.9% de los perpetradores sobre los que se informó eran mujeres. Más aún, durante todos los años anteriores, las mujeres componían la mayoría de los perpetradores sobre los que se informaba. ¿Por qué se comenzó a omitir esta estadística desde las ediciones posteriores a la edición de 1992 del compendio estadístico? ¿Influyeron las feministas porque hacía pasar a las mujeres por malas y como todos sabemos se supone que sólo los hombres son los chicos malos en las sociedades occidentales hoy en día?
En los once años desde el 1976 hasta el 1986 (inclusive), el porcentaje de perpetradoras femeninas puntuaron desde un tope de un 61.9% en 1979 hasta un mínimo de 55.9% en 1985 y 1986. La tendencia ha sido descendente, comenzando el periodo con un 61% en 1976, y terminándolo con un 55.9% en 1986. Resulta tentador vincular esto con el aumento de las cantidades de abuso sexual a niños denunciadas, donde la mayor parte de los supuestos perpetradores serían hombres. También es llamativo que el balance según el sexo de las víctimas fue 50:50 en 1976, pero la proporción se volvió más y más creciente hacía las víctimas femeninas, que llegaron a un porcentaje de un 52.5% para el 1986. Esto encaja también con la influencia en las cifras de la denuncia del crimen exagerado de abuso sexual a niños, en el que la mayoría de las presuntas víctimas serían mujeres.
Este escenario general recibe apoyo adicional de los datos procedentes de la Administración para los Niños y Familias, Departamento de Salud y Servicios Humanos de los Estados Unidos (Administration for Children and Families, Department of Health and Human Services of the United States) en la tabla 28 (www.acf.dhhs.gov/programs/cb/stats/ncands96/table28.htm), el cual indica que las mujeres cometieron un 60.7% del porcentaje total de los abusos infantiles, y el abuso sexual ascendía a sólo un 15.3% de los casos. En los Estados Unidos claramente la mayoría de los casos de abusos a menores son de naturaleza no sexual, la mayoría de quienes ejercen el maltrato a los niños son mujeres, y las burocracias gubernamentales y los medios políticamente correctos están encubriendo estos hechos. Un entorno ideal a favor de las feministas para utilizar el tema del abuso sexual a menores como un arma propagandística antivarón en su guerra contra los hombres.
Abuso sexual
Thomas (1993) indica que las mujeres son más proclives a pegar a los niños de lo que lo son los hombres- por la sencilla razón de que son las mujeres las que realizan la mayor parte de la crianza y atención de los menores.
“Esto nos lleva hasta el abuso sexual. Claramente, las mujeres no lo realizan del mismo modo que los hombres. No tienen penes con los que penetrar a sus hijos. Lo que hacen en vez de eso, como te lo dirán aquellos que lo han sufrido, es envolver y abrumar a sus pobres víctimas. La experiencia puede dejar a estas víctimas psicológicamente lisiadas. Para Kerry,… el efecto del abuso ejercido por su madre había sido convertirlo en una de las víctimas automáticas de la vida. Su madre se acostaba frecuentemente con él, se tumbaba sobre él y a su alrededor y acariciaba sus genitales. Como adulto, era la clase de hombre que está dispuesto a ocultarse en la esquina más cercana. A lo largo de toda su infancia y adolescencia había sido cazado y golpeado de un modo inmisericorde por las pandillas del colegio y de la calle… El lenguaje corporal de Kerry gritaba a los cuatro vientos su indefensión. En la jungla de asfalto él era carne fácil.” (Thomas 1993, páginas 135-6)
Sin embargo, son las mujeres quienes se han convertido en el estereotipo de la víctima de abuso sexual. En diciembre de 1991, por ejemplo, un canal de televisión informó sobre los resultados de una investigación, de acuerdo con la cual una tercera parte de las mujeres tuvieron alguna clase de experiencia sexual no deseada ( por ejemplo: “ser molestadas,tocadas”) antes de cumplir los 16 años. 1 Pero ¿podemos creer que todos estos casos fueron no deseados?
Me hubiese gustado que el sondeo incluyese preguntas referidas a cuántos episodios deseados de naturaleza sexual experimentaron estas mujeres antes de cumplir 16 años. Si la cantidad de sucesos no deseados superase en gran cantidad el número de los sucesos deseados (de acuerdo con las mujeres, como mínimo), entonces sospecharía que no están diciendo la verdad. ¿Comienzan las mujeres a desear sexualmente cuando llegan exactamente a los 16 años de edad? ¿Tienen las mujeres impulsos sexuales más débiles que los hombres? (¡La mayoría de las feministas odiarían que creyésemos esto!) Y es tan sencillo para una mujer el decir, después de sucedido, que ella era una parte reacia en un episodio sexual. Las mujeres típicamente (pero no siempre, por supuesto) asumen un rol pasivo- particularmente desde el momento que el acto sexual ha dado comienzo.
Thomas (1993) plantea también la cuestión de cómo de dañino es en realidad el “abuso sexual”. Es un crimen muy actual y uno de los más divulgados de finales del siglo XX. Sin embargo, cita un estudio de la policía alemana que concluyó en que pocas de las “víctimas” de abuso sexual sufrieron ningún daño real por el abuso propiamente dicho. En cambio, algunos niños sufrieron como consecuencia del proceso de investigación de los casos de supuesto abuso sexual.
En estos casos, por supuesto, el consentimiento por parte del menor se considera irrelevante. Se supone que los niños son demasiado jóvenes como para saber qué es lo que están haciendo en esas situaciones. Esto es engañoso, ya que los niños tienen una clase de sexualidad. Ciertamente es distinta de la sexualidad de los adultos pero los niños obtienen placer tocándose sus partes íntimas. Más aún, muchos también encuentran un alegre deleite al trasgredir los tabúes. A través de los años, he observado a unas pocas chicas bastante jóvenes iniciando charlas explícitamente sexuales, algo que aprenden a dejar de hacer según van creciendo, en muchos casos. Y bastantes niños pequeños también se divierten mirando las partes íntimas del sexo opuesto.
A pesar de todo la sociedad establece los límites de edad para señalar la transición de la infancia a la edad adulta. Estos límites regulan la institución del matrimonio, las relaciones sexuales, la censura de la p0rnografía o de la información violenta, etc. En consecuencia los adultos están acostumbrados a pensar sobre los niños como si fuesen relativamente inocentes, y les gustaría que permaneciesen inocentes hasta que llegasen como mínimo a la adolescencia.
¿Las mujeres depredadoras no importan?
Desde luego que es lógico que los niños no tomen parte en las actividades de los “adultos”, hasta que no se encuentren física y psicológicamente preparados para las relaciones de pareja o el cuidado de los niños que pudiese necesitarse como una consecuencia de sus acciones. La mayoría de los padres aborrecerían intensamente la sola idea de que algún adulto (particularmente un extraño) pudiese tener sexo consentido o no consentido con sus hijos no adultos. Sin embargo parece que el sistema de atención a la infancia y el judicial están más alerta a la posibilidad de que haya víctimas femeninas de abusadores masculinos que víctimas masculinas de abusadoras femeninas.
Por ejemplo, conozco a alguien que telefoneó anónimamente a un departamento de atención social, porque le preocupaba el hecho de que su pareja femenina estuviese abusando sexualmente de su hijo aún niño.2 Casi la primera pregunta que la asistente social femenina preguntó fue, “¿tiene el niño erecciones en esas ocasiones?” Al parecer si las tenía, ¿pero qué tiene esto que ver? Cuando condenan a los hombres por acosar a las chicas jóvenes, estoy convencido de que no formulan preguntas irrelevantes como: “¿Se endurecen en tales ocasiones los pezones de la chica?”
No importa que sean pocas las personas que consideran que el abuso sexual cometido por las mujeres sobre los chicos sea un problema, a pesar del hecho de que las madres tienen más posibilidades de acosar a sus hijos, en la mayoría de las ocasiones, que los padres. El uno de junio de 1996 El New Zealand Listener, por ejemplo, informó que en un estudio realizado sobre 97 varones que habían sufrido abuso sexual, 15 habían sufrido el abuso sexual de parte de mujeres.
La propaganda feminista representa a las mujeres como víctimas de los hombres. Se nos machaca con este mensaje de un modo tan eficiente que habría enorgullecido a Goebbels. La sociedad ha aprendido la tendencia a tratar a los hombres como abusadores y a las mujeres como víctimas, sin embargo, ha convertido a todos los hombres en víctimas potenciales de falsas acusaciones. He escuchado que muchos abogados masculinos se están volviendo cada vez más paranoicos-adoptan la postura de no dar nunca un baño a sus hijos, por temor a que les acusen posteriormente de abuso sexual en un juicio si el matrimonio se rompe.
Soy profesor, y tengo la experiencia de una chica en la escuela secundaria superior que se colocó a si misma en una situación en la que claramente deseaba que su profesor masculino tomase la iniciativa (y probablemente se metiese en problemas.) Esta chica siempre se sentaba en la primera fila, justo delante de mi mesa. Comenzó a quedarse rezagada tras la clase, después de que todos sus compañeros se habían marchado. Ella sencillamente permanecía allí sentada –sin decir ni hacer nada- mientras yo recogía y me preparaba para abandonar la clase. Un profesor de sexo masculino puede tener la tendencia a considerar esta clase de conducta como una invitación para comenzar una conversación con ella, porque éste es el rol masculino cuando una chica se comporta de este modo. Si un estudiante masculino le hiciese esto a una profesora femenina, sin embargo, ella no lo consideraría como una invitación para hablar con él, porque no se considera como el rol femenino el comenzar esta clase de encuentros. Así que considero que esta chica estaba hostigándome sexualmente al sentarse ahí sin hacer nada todos los días. Este tipo de acoso sexual por parte de las estudiantes femeninas debería ser reconocido, de otro modo un profesor masculino que la hubiese hablado podría verse en problemas por algo que era básicamente culpa de ella.
Los sindicatos de profesores advierten a sus miembros sobre esta clase de situaciones. Puede ser que a las autoridades les haya llegado el momento de advertir a los hombres respecto a las mujeres que les tienden trampas. Las mujeres deberían ser castigadas por el sistema judicial si llevan a los hombres a situaciones en las que estos tomen iniciativas sobre las que las mujeres puedan presentar una queja legal.
Existe un visible doble patrón en funcionamiento en el sistema educativo de Nueva Zelanda- y probablemente en el de todos los países occidentales: Los hombres son juzgados con más dureza que las mujeres por comportamientos similares. Por ejemplo, una profesora que admitió haber tenido sexo con algunos de sus estudiantes varones no vio negada una renovación de su matricula de profesora, porque su escuela no interpuso una demanda contra ella, ¡y resultó, además, capacitada para seguir siendo profesora! ¡Su única excusa, en la televisión, fue que los chicos eran atractivos! Es imposible imaginarse a un profesor masculino tratado con esa indulgencia. ¡Así que no resulta sorprendente que la abrumadora mayoría (cerca de un 90%) de los profesores neozelandeses a los que se les negó una renovación de su matrícula en el año 2000, fueran hombres!
Memorias reprimidas
Otro aspecto importante de las acusaciones por abusos sexuales es que algunas de ellas son realizadas por adultos en referencia a hechos que acontecieron supuestamente cuando eran niños. El escenario típico es que el adulto no ha tenido ningún presentimiento de que algo así le haya sucedido hasta que visita a un terapeuta. En algunos países, el terapeuta será pagado por el Estado y el paciente recibirá una compensación estatal siempre que puedan “recuperarse” recuerdos de algún tipo de abuso infantil que el paciente supuestamente sufrió. 3 Esto se conoce como el Síndrome de la Falsa Memoria, y puede resultar en la acusación e incluso el encarcelamiento de partes inocentes y la destrucción de familias- ver, por ejemplo, el caso de Paul Ingram:
“En 1988 sus dos hijas le acusaron a él y a una cantidad de hombres importantes dentro de la comunidad de abusos rituales satánicos y de abuso sexual. Hubo meses de rumores cuchicheados, gran cantidad de preguntas, y finalmente, arresto, encarcelamiento, interrogatorio, e incluso un exorcismo para “expulsar” el mal que el pastor de Paul estaba convencido llevó a Paul a realizar estos actos malignos... Paul, que no deseaba que sus hijas sufriesen a través de un juicio, pidió (sic) la culpabilidad, fue sentenciado, y entonces trasladado a un centro fuera del Condado de Thurston.”
Otro contexto típico para las falsas acusaciones de abuso sexual infantil se da durante el divorcio y las separaciones. Típicamente, la madre acusa al padre de abusar sexualmente de uno o más de los niños. No hacen falta pruebas; la simple acusación es suficiente para garantizar virtualmente que la corte otorgará la custodia exclusiva de los niños a la madre. Tales afirmaciones deberían de ser probadas en el juzgado antes de tener ningún efecto sobre las decisiones referidas a la custodia.
Infanticidio y abandono de niños
Todos sabemos lo sencillo que es abortar para una mujer en los países occidentales. La ley indica con frecuencia que la salud mental de la madre, o algo, debe estar en peligro, pero este tema está sujeto en la práctica a interpretaciones muy flexibles*. ¡Tú y yo tuvimos suerte, me atrevo a suponer, de que nuestras madres no tuviesen ganas de abortarnos!
Nota del traductor*: En este punto, y en la mayoría de las consideraciones realizadas por el autor en referencia al sistema legal, debe tenerse en cuenta que la referencia corresponde a la normativa neozelandesa y de la mayoría de los países occidentales del año 2002. Desde esa fecha hasta hoy la despenalización legal, aceptación socio cultural y facilitación sanitaria del aborto se han incrementado considerablemente en la mayoría de los países occidentales, incluida España, debilitándose notablemente el concepto de que es necesario un sistema de supuestos que justifique la decisión de abortar, a favor del posicionamiento feminista de que debe ser la libre voluntad del progenitor mujer la que determine en exclusiva si se aborta o no.
Pero una vez que hemos llegado a nacer, podemos respirar con sensación de alivio: No tenemos que preocuparnos más porque nuestras madres puedan matarnos y salir sin perjuicio por ello. ¿O deberíamos? Da la impresión de que el infanticidio, sólo el cometido por mujeres, es equiparable a un aborto por otros medios-y la madre puede marcharse sin consecuencias casi tan fácilmente como sucede con el aborto en algunos países occidentales.
Tal como señalaba una revista neozelandesa, “Incluso aunque incluye el arrebatar una vida, probablemente ningún otro crimen es tratado tan compasivamente por nuestro sistema legal como el infanticidio.”4 (Al margen del aborto, por supuesto, pero éste es un crimen perfectamente legal, en la mayoría de los casos. Me pregunto ¿comenzará ahora el lobby a favor de la opción una campaña en defensa del derecho de las mujeres a matar a sus hijos menores de edad si la salud de la madre está en peligro?) La revista describía el caso de una madre que fue sentenciada a dos años de medidas cautelares por infanticidio. Si un hombre hubiese cometido ese crimen, habría sido sentenciado a 20 años de condena. Los hombres reciben condenas mucho más largas por violación- cuando no se produce ninguna muerte. La diferencia estriba, por supuesto, en que una mujer es tratada siempre como una víctima, incluso si es una criminal.
El periodista, Denis Welch, planteó el tema relacionado con los derechos de los hombres referido a un castigo similar para hombres y mujeres a igualdad de delito. La ley necesita la valoración sobre si el estado mental de la madre se encontraba perturbado en el momento de cometerse el infanticidio, antes de que pueda marcharse sin penalización. En la práctica, esta condición se interpreta tan libremente que ella no necesita tener una mente desequilibrada en absoluto. Welch afirma que un padre que asesina a su hijo podría recibir una condena de 20 años, ¡mientras que una madre en las mismas circunstancias será condenada frecuentemente a asesoramiento psicológico!5.
Como dice Thomas (1993), el infanticidio es una forma terminal del abuso infantil. Cita cifras de los EEUU que demuestran que es cometido mayormente por mujeres (un 55.7% de los casos) sobre hijos varones (53.7%) de los casos. Él remarca que esto es exactamente lo opuesto de la imagen creada por los medios dominados por el feminismo. El infanticidio recibe una muy escasa publicidad comparado con el abuso sexual. Pero la mayor parte de la gente estaría de acuerdo en que el infanticidio es un crimen mucho más serio que el abuso sexual. ¡Después de ser víctima de un abuso sexual, a pesar de todo, al menos continúas con vida!
Lyndon (No more Sex War: The Failures of Feminism, “No más guerra de sexos: Los errores del feminismo.” London: Sinclair-Stevenson, 1992) menciona cifras de Inglaterra y Gales del año 1989 referidas a las edades de las víctimas de asesinato (excluyendo los fetos abortados). El grupo por debajo del primer año, con 28 víctimas por cada millón de la población, es el mayor con diferencia. El siguiente grupo más grande llega a 16 víctimas por cada millón de la población-pero incluye el periodo de catorce años existente entre los 16 y los 29 años, ambos incluidos- no solamente 12 meses, como sucede con el grupo por debajo de un año de edad.
La mayoría de estos niños son asesinados por sus madres. Muchos de ellos son golpeados hasta la muerte. El crimen no es cuantificado como asesinato. Se le considera dentro de la categoría separada de infanticidio. Los perpetradores están sujetos a un trato especial en los juzgados y es muy poco probable que sean sentenciados a ningún periodo largo de detención. (Lyndon 1992, páginas 37-38)
Muchos de los perpetradores, sin embargo, no llegan ni tan siquiera a la proximidad de los juzgados. Como Thomas (1993) indica, la policía no parece estar interesada en detener gente por infanticidio- porque las infractoras son principalmente mujeres. En Inglaterra entre los años 1989 a 1990, por ejemplo, tan sólo un dos por ciento de los casos de infanticidio fueron resueltos por la policía. Sería útil averiguar si las infractoras fueron mayormente las madres de las víctimas. “Desafortunadamente,” escribe Thomas (1993, página 145), “los números ya no tienen la misma importancia cuando los hombres dejan de ser los malos.”
Acusaciones falsas de violación y abuso sexual
A algunas feministas les gusta hacernos creer que ninguna mujer se sometería a un juicio por violación a no ser que estuviese diciendo la verdad, pero ésta es obviamente otra más de sus mentiras. Estoy convencido de que debe ser terrible para una auténtica víctima de violación tener que soportar el proceso de un juicio, ¿pero por qué debería sufrir la más mínima angustia una falsa denunciante, habiendo cometido perjurio por propia voluntad para lograr alguna venganza personal?
Eugene Kanin (False Rape Allegations, Archives of Sexual Behavior, Acusaciones falsas de violación”, archivos sobre conducta sexual, Vol.23, No. 1, 1994) estudió los casos de violaciones en una pequeña comunidad metropolitana estadounidense a lo largo de un periodo de 9 años. En ese periodo, encontró que el 41% de las denuncias de violación realizadas eran falsas- ¡en base al reconocimiento de la propia denunciante! El dice:
Estas falsas acusaciones parecen servir a tres propósitos principales para las denunciantes: conseguir una coartada, buscar venganza, y obtener comprensión y atención.
De la misma manera, las feministas han estado elaborando el mito de que los niños nunca mienten en un juzgado en lo referido a los abusos sexuales. Esto es simplemente más propaganda feminista. El artículo Liar! Liar! (¡Mentiroso! ¡Mentiroso!) En el New Scientist del 14 de febrero de 1998 expone que los niños de 3 años de edad son perfectamente capaces de engañar hábilmente a otros individuos, en base a investigaciones realizadas en la universidad de Porstmouth.
Más aún, cuando una mujer miente, la mayor parte de las veces sale indemne. Por ejemplo, he aquí el párrafo inicial de una noticia referida a una falsa acusación:
Un hombre ha sido absuelto de la acusación de haber herido a una mujer después de que la policía aportase nuevas evidencias ante la Corte de Apelación de que la herida en la pierna de la mujer había sido autoinfligida. 6
El artículo prosigue explicando que un agente de policía se había dado cuenta de que la acusadora había realizado con anterioridad dos denuncias falsas de haber sido rajada o cortada por hombres. ¿Procesó la policía a esta mujer por haber denunciado en falso? No. ¿Por qué no? ¡Porque se trataba de una mujer, por supuesto! El hombre que fue absuelto en la corte penal había sido sentenciado en un principio a 10 meses de encarcelamiento en el juzgado del distrito en base al falso testimonio dado por esta mujer. Pasó algún tiempo encarcelado en prisión preventiva, más seis semanas de su sentencia definitiva previamente a su recurso. Podría considerarse simplemente justo que ella fuese también sentenciada a 10 meses de cárcel por cometer perjurio y denunciar en falso.
La policía dice que no les gusta procesar a la gente que denuncia en falso porque podría tener un efecto disuasorio e inhibir a la gente que denuncia honestamente. Pero de vez en cuando pueden verse en los periódicos casos en los que la policía ha llegado realmente a procesar a alguien por denunciar en falso. ¿En qué se basan para decidirse si enjuician o no a quien ha denunciado en falso? ¿Es más probable que se procese a un hombre que a una mujer por este motivo? Yo escribí a la policía de mi localidad pidiéndoles detalles de sus juicios por falsas denuncias, dependiendo de la categoría del delito cometido. Ellos me respondieron que ni conservaban este tipo de estadísticas, ni obtendrían esta información para mí, ni tampoco me permitirían acceder a sus archivos para conseguir estos datos personalmente.
Ni el Ombudsman** ni la autoridad para las quejas a la policía ayudarían. Me he quedado con la impresión de que está sucediendo algo sospechoso que no debería ocultarse.
**Nota del traductor: Ombudsman es un término de origen sueco utilizado en algunos países para hacer referencia a un cargo equivalente al del Defensor del Pueblo, ya que la primera constitución que considera la necesidad de esta figura es la sueca del año 1809.
En el final del año, 31 de diciembre de 1993, casi un 40% de los casos de violación sexual fueron resueltos como “sin delito”. Es decir, la policía descubrió que casi un 40% incluían acusaciones falsas. En números reales, 361 casos estaban clasificados dentro de la categoría de “sin delito”. Y por supuesto, una parte del 60% restante que según la policía habían cometido el delito fueron posteriormente exculpados en el juicio. Esto significa que muchas mujeres están mintiéndole a la policía, hablando exclusivamente sobre el tema de las violaciones. ¿Pero ha sido alguna de ellas juzgada por este motivo? Probablemente no. Ni es probable que dejen de denunciar en falso hasta que se les juzgue por ello.
La policía no es Dios, ni tampoco lo son los juzgados. Tanto la una como los otros pueden cometer errores. Las consecuencias serán que al menos algunas de las falsas acusaciones van a resultar en condenas erróneas. Pero el poder del lobby feminista es tal que la policía y los juzgados están casi obligados por causas ideológicas a creer las falsas acusaciones de las mujeres en contra de los hombres. También conlleva que es muy poco probable que penalicen a las mujeres que mienten. Las falsas denuncias de violación, violencia doméstica y abuso a niños son una de las formas en la que las mujeres oprimen a los hombres hoy en día.
A nadie le gustaría ser condenado por algo que no ha hecho- pero ser encarcelado no es la única manera en la que los hombres sufren por las acusaciones falsas de algunas mujeres malvadas. Otra consecuencia típica es la casi segura pérdida de la custodia de sus hijos, y/o el acceso en unas condiciones razonables tras el divorcio o la separación. Sin mencionar el daño para su reputación, la vergüenza pública e incluso las cazas de brujas de las que pueden ser objeto. Esta es una de las causas para el crecimiento a nivel internacional de los movimientos de padres. Los hombres a nivel individual están preparados para soportar una enorme cantidad de injusticia y opresión, pero una vez que comienza a separárseles de sus hijos, ¡incluso el más dócil se rebelará!
Neil Foord, por ejemplo, fue encarcelado por una violación que dice no haber cometido. Él ha organizado una campaña para advertir a la gente sobre el problema de las denuncias falsas de violación.8 Las mujeres que realizan falsas acusaciones de violación, etc., no deberían terminar con castigos ligeros, o incluso sin consecuencias de ningún tipo, tal como parece que sucede actualmente. Deberían ser castigadas con la misma pena que les hubiese correspondido a sus víctimas en caso de haber prosperado sus falsas acusaciones. Más allá de esto, Foord defiende que los hombres falsamente acusados o condenados por violación reciban compensaciones. Él pide que se retiren las actuales restricciones a repreguntar a las denunciantes por violación y las recompensas económicas a las falsas denuncias, y que se creen directivas dirigidas a la policía para analizar más en profundidad los motivos de las denuncias por violación.
Conclusión.
Quienes denuncian en falso (por ejemplo en casos de violación o abuso sexual a menores) deberían ser enjuiciados cómo un hecho básico dentro de la praxis policial y el castigo debería ser equivalente a la condena considerada para el tipo de delito al que la falsa acusación haga referencia. Esto es necesario como medida disuasoria.
Necesitamos establecer un equilibrio entre la necesidad de la sociedad de protegerse a si misma contra los abusadores sexuales y violadores, y la necesidad de proteger a los inocentes de los recuerdos de supuestos abusos durante la infancia elaborados en mentes adultas por los consejeros feministas, y las falsas acusaciones de violación. Y los crímenes que son cometidos principalmente por mujeres- o con los que se da el caso de que están siendo cometidos por mujeres concretas- no deberían tratarse con ninguna diferencia respecto a los cometidos por hombres.