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Sexo, mentiras y feminismo

Capítulo 15: Manifestaciones del feminismo

Autor de la obra original: Peter Zohrab

Traducción al castellano por: Gustavo Revilla Olave

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Introducción

Este capítulo hace un pequeño sondeo de algunas formas históricas de feminismo. No ha sido concebido originalmente como un ataque contra el feminismo, ya que esta ha sido la función del resto del libro. Más bien pretende dar un relato histórico de la ideología feminista y el movimiento político, el cual ha sido también conocido como el Movimiento de Liberación de la Mujer, o el Movimiento de las Mujeres. La diferencia entre estos dos términos estriba en que la palabra “feminismo” se utiliza a veces para referirse estrictamente a la teoría o ideología, mientras que los términos “Movimiento de las Mujeres” y “Movimiento de liberación de las mujeres” hacen referencia también a actividades políticas.

Feminismo Individualista / Liberal.

El feminismo individualista recibió su primera formulación consistente en el texto de Mary Wollstonecraft Vindicación de los Derechos de la Mujer (1792). Este se enmarcaba en la teoría social y política individualista tradicional del siglo 18, derivada en última instancia del Segundo Tratado de Gobierno de John Locke (1689), de acuerdo con el cual la ley suprema iba a ser el bienestar de la gente. Distaba un paso bastante pequeño desde este mencionado principio hasta fijarse en varias categorías de personas- tales como las mujeres- y preguntarse que era lo que el sistema hacía por o para ellas. Desde nuestra posición aventajada, deberíamos cuestionarnos la tendenciosidad de quiénes decidían que categorías de personas se investigaban, pero este es otro tema.

Wollstonecraft señaló que cuando la gente se refería a “la gente” o “los humanos”, casi siempre se referían a los hombres. Las mujeres eran contempladas principalmente en relación a los hombres; por ejemplo, como compañeras sexuales y cuidadoras de los hijos de los hombres, etc… Ella afirmaba que las mujeres debían ser consideradas desde el principio como personas por derecho propio, y sólo secundariamente como amas de casa y esposas, etc… de los hombres.

Un contenido importante en su libro es que los hombres utilizaban la educación para adiestrar a las chicas para realizar los roles dependientes “mujeriles” que los hombres habían trazado para ellas. Este, ciertamente, es un tema recurrente en la totalidad de la literatura feminista. Wollstonecraft reclama igualdad de derechos civiles entre hombres y mujeres. No dice demasiado sobre los derechos políticos para las mujeres, aunque existen indicios de que también intentó escribir algo sobre este tópico.

El texto de John Stuart Mill El Sometimiento de las Mujeres fue un importante texto feminista del siglo 19, escrito bajo la influencia de su última esposa, Harriet Taylor. Las propuestas de Mill son similares a las de Wollstonecraft. Pero el va más allá, afirmando que las mujeres deberían tener el voto. En la parte en que se refiere al empleo, también afirma que las mujeres deberían ser libres para ingresar en la ocupación de su elección (incluyendo el matrimonio y la crianza de los niños, si esta fuese su opción preferida)

Fundamental para la filosofía de Mill, el utilitarianismo, es el concepto de optimizar el mayor bien para el mayor número de personas; es decir, la prioridad ética se vinculaba al mayor bien del mayor número de personas. De acuerdo con la mayor parte de expertos en la obra de Mill, la noción de “igualdad”, que es en general tan básica para los textos feministas, no parecía derivarse tan obviamente de los principios utilitarianos. No es lógicamente necesario que “la igualdad” entre los diferentes grupos o individuos en la sociedad sea inevitablemente una manera de producir el mayor bien para el mayor número de personas.

Podría argumentarse, por ejemplo, que algunas personas son mejores que otras produciendo riqueza. Por tanto, si deseas maximizar la riqueza en una sociedad concreta, tendrías que organizar derechos especiales y privilegios para estas personas con el propósito de alcanzar tu objetivo global de maximizar el bienestar material de la población en su conjunto. Mill tuvo que añadir su principio de la igualdad casi como una reconsideración de último momento antes de que el pudiese construir su línea de razonamiento feminista.

Al margen de todo esto, el intenta demostrar como todo el mundo se beneficiaría concediendo a las mujeres igualdad legal con los hombres, argumentando que la liberación de las mujeres resultará en una clara ganancia en la cantidad de felicidad para la humanidad (mankind)*. Esto es así porque, de acuerdo con las anteriores palabras de Locke, la “servidumbre” de las mujeres en el matrimonio hace infelices a muchas de ellas. El también afirma que la humanidad (mankind) (término con el que se refiere, según el actual modo de hablar feminista, a la “humanidad” (“humankind”) ** se beneficiará si el pleno potencial de la mujer es liberado, educado, y empleado para el beneficio de la totalidad. Y los matrimonios serían más felices si los hombres y las mujeres fuesen igualmente bien educados. El creía que la felicidad en el matrimonio dependía de que los cónyuges fuesen lo más similares y unificados posible.

En el transcurso del siglo 19, las feministas obtuvieron mayores oportunidades educacionales en las escuelas y universidades y el ingreso de las mujeres en las profesiones. Las leyes referidas al divorcio, los derechos de propiedad de las mujeres casadas, y el control de los niños fruto del matrimonio fueron también modificados en una dirección que favorecía a las mujeres. Más todavía, a comienzos del siglo 20, como muy tarde, las mujeres consiguieron el derecho al voto en la mayor parte de los países occidentales. El gran paso adelante para las feministas llegó en 1869, cuando las mujeres consiguieron el voto en el Estado Americano de Wyoming, y el primer estado soberano que otorgó el voto a las mujeres fue Nueva Zelanda-en 1893. Sin embargo, en ningún país obligaron los hombres a las mujeres a estar sujetas a reclutamiento en primera línea del frente, a cambio de haber recibido el voto. Esto demuestra las escasas consideraciones que se habían hecho acerca de la igualdad de derechos y responsabilidades.

*/** Nota del Traductor: A lo largo de este párrafo el autor utilizará para referirse al concepto castellano de humanidad dos términos ingleses distintos, mankind y humankind. El primero de ellos, mankind, es de utilización más tradicional y antigua, más propio de los tiempos de la obra que precisamente analiza en estas líneas, y al incluir en su raíz la voz man (hombre, en inglés) se refiere a humanidad desde una definición androcéntrica. Esto se asimila al uso que en castellano se ha hecho del término “el hombre” para englobar a la humanidad entera principalmente en diferentes disciplinas académicas. Más adelante utiliza el concepto más igualitario humankind, (especie humana), que no hace referencia en su enunciado ni a hombres ni a mujeres y carece por lo tanto de cualquier sesgo sexista.

Después de que el sufragio para las mujeres fuese obtenido en muchos países, intervino la Segunda Guerra Mundial. Esto posiblemente produjo una interrupción en las pugnas políticas de las feministas, quizás porque ellas no deseaban verse forzadas a servir como soldados en el campo de batalla. Esta obligación podría razonablemente haberse esperado de ellas de haber continuado agitando durante la guerra. Y cuando la contienda hubo finalizado, la gente necesitó tiempo para olvidar a los hombres que habían perdido sus vidas y/o miembros durante la guerra.

Pero con toda seguridad, después de un intervalo considerable, una mentalidad de período de paz se desarrolló rápidamente en las sociedades occidentales para las cuales la hipocresía de algunas de las demandas feministas de “igualdad” no parecía tan deslumbrantemente obvia. Esto no fue maquinado- el proceso es natural, como la mayoría de la gente prefiere tratar a la guerra como un mal sueño ¡desean despertarse de él lo más pronto posible!- Y desde la perspectiva de una feminista lesbiana, los hombres son siempre prescindibles.

Este período posterior a la guerra señaló la auténtica segunda ola del feminismo, una época en que pareció adecuado llamar la atención de un modo creciente sobre el modo en que el rol de las mujeres en la familia las impedía tener profesiones hasta el punto en que lo hacían los hombres. Esta actitud implicaba que los roles de esposa y madre eran de algún modo inferiores a los de los trabajadores asalariados en un puesto de trabajo (o esclavos del sueldo en la “carrera de las ratas”, como lo expresarían algunos).

Un libro promocionando esta línea dentro de la tradición del Individualismo Feminista fue el de Betty Friedan La Mística Femenina (1963), el cual continuaba relativamente cercano al de Simone de Beauvoir El Segundo Sexo (1953) (ver más abajo). El propósito de Friedan para la sociedad y las vidas de las mujeres era que éstas estuviesen organizadas para maximizar la habilidad de las mujeres para tener una profesión y al mismo tiempo una familia. Ella opinaba que las amas de casa americanas de clase media, residentes en un suburbio, blancas, heterosexuales estaban destinadas a sentirse insatisfechas y aburridas, a no ser que tuviesen un puesto de trabajo a tiempo completo fuera del hogar:

“La ciencia no debería relevar a las amas de casa de un exceso de trabajo fatigoso; en lugar de eso debe concentrarse en crear la ilusión de ese sentido del éxito que las amas de casa parecen necesitar” (la Mística Femenina, cuarta impresión, Junio de 1964, p 172)

Esto, por supuesto, no sería un problema en los países y clases sociales donde los aparatos que quitan trabajo fuesen inasequibles. Pero lo que más nos interesa aquí es como Friedan parece dar por seguro que cualquier sentimiento de éxito experimentado por las mujeres sería necesariamente una “ilusión”. Esta es una opinión muy subjetiva. Es obvio que Friedan claramente no piensa que un sentimiento de éxito en una profesión fuera del hogar fuese necesariamente ilusorio-tanto para los hombres como para las mujeres. Tampoco cree que una mujer pueda ser al mismo tiempo ambas cosas, femenina y completamente humana:

“Escogiendo la feminidad por encima del doloroso crecimiento hacía la identidad completa, no alcanzando nunca el núcleo duro de uno mismo que no resulta de la fantasía sino del dominio de la realidad, estas chicas están condenadas a soportar finalmente que están aburridas, que experimentan sentimientos difusos o carentes de propósito, inexistencia, desimplicación con el mundo lo que puede llamarse anomia, o falta de identidad, o apropiadamente vivenciarse como el problema que no tiene nombre”. (La Mística Femenina, cuarta impresión, Junio 1964, p 172).

Esta es la misma confusión de género-rol que ha afectado a muchas feministas; de algún modo se las arreglan para equiparar la femineidad con la carencia de una identidad. Lo que esto demuestra realmente es la frustración que las escritoras feministas bisexuales de clase media experimentaban al tener que ajustarse a los modelos-roles “femeninos”, y porque deseaban transformar a más mujeres a sus personalidades más masculinas. Ellas deseaban retirar el poder de las mujeres femeninas y atractivas, cuyas personas estaban centradas en cooperar con los hombres, y crear una cohorte de mujeres cuyas personas estuviesen centradas en competir con los hombres. Claramente las feministas lesbianas están sencillamente en el extremo final de este movimiento lésbico encubierto. Desde su perspectiva, el famoso “problema que no tiene nombre” de Friedan es en realidad el “problema” de la heterosexualidad- no podría dársele un nombre porque su auténtico nombre repelería a las conversas. A pesar de esto, algunos la consideran menos radical que sus predecesores:

El libro de Betty Friedan de 1963, La Mística Femenina, era en ciertos aspectos menos “radical” que los de Wollstonecraft, Taylor o Mill. A pesar de la implícita comprensión de Friedan de la mujer como una clase sexual desprovista de poder, frecuentemente expresó en sus escritos que las mujeres individuales pueden, mediante el puro esfuerzo, avanzar hasta los rangos de la poderosa clase sexual conocida como “el hombre”.Su tendencia, por lo menos en La Mística Femenina, fue olvidar que esto es más fácil de decir que de hacer, mientras que los hombres estén generalmente a cargo de la contratación y promoción. (Tong 1989,22)

Tong cree que el énfasis de Friedan en la “autosuperación” individual constituye una distracción de la actividad radical dirigida a cambiar la sociedad a través de medios políticos, y critica a Friedan por no ser lo suficientemente analítica como para buscar barreras para las mujeres que realizan carreras fuera del hogar. Muchos años después, sin embargo, Friedan solucionó hasta cierto punto esta omisión con un segundo libro, La Segunda Etapa:

“En la primera etapa, nuestro propósito era la plena participación (del movimiento de la mujer)…Pero nos desviamos de nuestro sueño. Y en nuestra reacción en contra de la mística femenina, la cual definía a la mujer únicamente en términos de su relación con los hombres como esposas, madres y cuidadoras del hogar, algunas veces parecimos caer en una mística feminista la cual negaba ese núcleo de la personalidad de las mujeres que se colma a través del amor, la crianza, el hogar.” (Friedan, op.cit., 27)

Así el principal énfasis del feminismo liberal/individualista fue puesto en apartar las barreras que impedían a las mujeres el competir con los hombres en condiciones de igualdad en el trabajo asalariado. Y éste continúa siendo su propósito principal, a pesar de que muchas de estas barreras ya no existen. Irónicamente, una interpretación estricta del modelo de las feministas liberales/ individualistas no se ajusta bien con el pensamiento feminista hoy en día dominante: Si las mujeres todavía no logran tanto como lo hacen los hombres en la vida pública, la responsabilidad queda únicamente en el individuo (diría una feminista liberal). Tu no puedes simplemente echar un vistazo a cualquier desigualdad entre los logros de los hombres y las mujeres en el puesto de trabajo y deducir a partir de eso que todavía deben existir algunas barreras sexistas para el éxito de las mujeres.

Este tema es relevante para tratar esas cuestiones del estilo a qué les sucede a las mujeres cuando vuelven a ser fuerza laboral activa después de una ruptura de muchos años, durante la cual han estado ocupadas criando a sus niños. Algunas feministas sostienen que estas mujeres deberían reingresar al mundo laboral con el mismo nivel de salario y veteranía disfrutado por sus colegas (masculinos y femeninos) que ejercieron su profesión de un modo continuo durante el periodo en cuestión. Considero este posicionamiento feminista injusto por tres razones:

En primer lugar, quien da empleo otorga veteranía (al menos, teóricamente) no basándose en la edad, sino en la experiencia y habilidades adquiridas. Puede suponerse que una persona que se ha ausentado del puesto de trabajo no haya adquirido el mismo nivel de experiencia y habilidad. Las feministas responden que ser madre proporciona una experiencia y habilidad más relevante-pero este es un argumento completamente inconsistente. Depende de las ocupaciones a las que hagamos referencia.

Obviamente, ser madre es hasta cierto punto relevante para una profesión de au pair, niñera, cocinera, enfermera o puericultora. Sin embargo, ¡es irrelevante para una carrera de oficinista, técnico de laboratorio, oficial de policía o minero! Un análisis descriptivo del trabajo relevante puede ser realizado por cualquier persona medianamente inteligente, y a continuación ser comparado con el de un ama de casa/madre. Cualquiera que se trague el cuento del argumento feminista general de que ser madre es igualmente significativo para cualquier ocupación, no debería tener permiso para manipular herramientas afiladas, manejar un vehículo de motor u ocupar cualquier posición que requiera de más de una rudimentaria capacidad de razonamiento. Su argumento está repleto de incompetencia intelectual.

Segundo, ¿Qué sucede con las personas que se ausentan de un determinado empleo por otras razones? Sería absurdo e injusto concederles la misma veteranía y sueldo que a sus colegas que han permanecido en el mismo puesto de trabajo- más aún sería igualmente absurdo e injusto negárselo si se les concede a las madres que regresan a la vida laboral.

Por último, las mujeres que tienen hijos (normalmente) lo hacen de un modo voluntario, y el criar y educar a los niños es intrínsecamente una labor gratificante. No es como si alguien las estuviese obligando a hacerlo. Aquellas feministas que creen que todos los hombres están involucrados en una omnipresente conspiración patriarcal para subyugar a todas las mujeres están paranoicas.

Es verdad, ciertos hombres obtienen satisfacción de ser el sostén de la familia y siendo esperados por las mujeres para dedicarse exclusivamente a ellos, y algunos hombres y mujeres fomentan activamente esta visión de la sociedad. Pero aquí existe un acuerdo estilo quid pro quo- el hombre tiene cargas que debe sobrellevar en época de guerra y otras emergencias. Es cierto también que normalmente no son los hombres quienes tienen que elegir entre los hijos y las profesiones; pero por otra parte, a los hombres también se les niegan algunas de las alegrías de la maternidad, por lo tanto es solamente equitativo que las mujeres sean incapaces de conseguirlo todo. Especialmente cuando las madres tienen más probabilidades de recibir la custodia de los niños después de la separación o el divorcio.

Llegó el momento en el que el feminismo individualista alcanzó la mayor parte de sus objetivos en los países occidentales. Un cínico podría añadir que el feminismo se veía por ello en la necesidad de hacer nuevas peticiones. Ciertamente, una vez que un movimiento político ha alcanzado determinados triunfos políticos, estos triunfos se vuelven parte del status quo y el movimiento político implicado tiene la libertad de examinar el nuevo status quo para comprobar si está completamente satisfecho con él, o si opina que ulteriores “mejoras” podrían o deberían realizarse.

Generalmente, cuando los activistas alcanzan sus metas políticas tienden a dormirse en sus laureles hasta cierto punto, y frecuentemente se produce una pausa hasta que las generaciones sucesivas crecen tomando estos logros como normales y consideran el organizar nuevas campañas. Sin embargo, la reciente institucionalización y financiación del feminismo perpetuo a través de los departamentos de Estudios de las Mujeres, los Ministerios de Asuntos de las Mujeres y las organizaciones de mujeres subvencionadas por el Estado y patrocinadas privadamente, están contradiciendo esta tendencia.

Feminismo socialista/marxista.

Los Feminismos socialista y marxista son muy parecidos entre si. Como explica Tong:

“Mientras que las feministas socialistas creen que el género y la clase juegan un papel aproximadamente igualado en la opresión de las mujeres, las feministas marxistas opinan que en último término la clase explica mejor el status y las funciones de las mujeres. En un sistema capitalista, argumentan, las mujeres burguesas no padecerán la misma clase de opresión que las mujeres proletarias. Lo que es característico del marxismo feminista, entonces, es que éste invita a todas las mujeres, lo mismo si son proletarias que burguesas, a entender la opresión de las mujeres no tanto como el resultado de acciones intencionadas de individuos sino como la consecuencia de las estructuras políticas, sociales y económicas asociadas con el capitalismo” (Tong 1989,39)

Fue el feminismo socialista junto con el feminismo radical (ver más abajo), quienes crearon la vanguardia de la Segunda Ola del Feminismo. El socialismo (incluyendo el socialismo marxista/comunismo) ha sido un movimiento muy complejo. Con todo, salvo escasas excepciones (como por ejemplo la del escritor francés Proudhon), los socialistas favorecieron al feminismo desde el comienzo. Hubo posiblemente dos motivos para esto: En primer lugar, El socialismo surgió en una etapa históricamente posterior a la del individualismo, cuando el feminismo ya era una ideología prometedora; En segundo lugar, el socialismo generalmente era enemigo de la institución de la familia. Esto resultaba atractivo para aquellas feministas que deseaban desconectar a las mujeres de su rol en la familia.

Para la mayor parte de tipos de socialismo, no iba a haber para la familia una propiedad privada que conservar y transmitir a las siguientes generaciones. Así que no habría necesidad de criar a los hijos en privado o atar a las mujeres al hogar.

Uno de los trabajos más importantes dentro de la tradición del socialismo feminista fue el libro de Simone de Beauvoir El Segundo Sexo. Influenciada por Jean-Paul Sartre, fue existencialista y marxista a la vez. El libro de Juliet Mitchell La Condición de la Mujer (1971) fue otro influyente trabajo feminista marxista. Ella consideraba oportunos los esfuerzos de las feministas radicales (ver más abajo) para animar a las mujeres a analizar su propia situación, pero pensaba que los resultados de este proceso de análisis requerirían la añadidura de la teoría marxista sobre ellos para dotarlos de algún sentido.

Uno de los temas principales referidos al marxismo feminista es el trabajo doméstico. Sostienen que incluso cuando las mujeres tienen empleos a tiempo completo la carga de trabajo de su hogar permanece a la vez infravalorada y no disminuida: Si las mujeres no lo estuviesen haciendo gratuitamente, habría que pagarle a alguien para hacer las compras, cocinar, limpiar la casa, y cuidar de los niños, etc. Pero las sociedades capitalistas, exponen, consideran a las mujeres como simples consumidoras (utilizando el dinero que sus parejas masculinas ganan como productores).

Algunas feministas marxistas creen que las mujeres están oprimidas porque ven a las mujeres como básicamente parasitarias, el trabajo de un ama de casa como algo sencillo, y de escaso valor. Por lo tanto han propuesto la socialización y colectivización del trabajo doméstico de las mujeres. Lo que desean es que la gente viva comunalmente, de este modo la crianza de los niños, el cocinar y el trabajo del hogar se realizan en gran medida por trabajadores asalariados. Este trabajo adquirirá entonces un valor económico y su valía será oficialmente reconocida- incluso si siguen siendo principalmente mujeres quienes lo realicen.

Otro argumento de las feministas marxistas es que el trabajo doméstico de una mujer en un hogar particular debería recibir un sueldo. Este sueldo tendría que ser pagado por el Gobierno. De acuerdo con Tong (1989), sin embargo, existe otro punto de vista del marxismo feminista que mantiene que el pagar a las mujeres por hacer las labores domésticas incluya tres desventajas.

  1. Haría más probable el que las mujeres quedasen aisladas en sus propias casas. Su trabajo se volvería cada vez más trivial, a medida que estuviesen a su disposición más y más aparatos para minimizar las tareas. Se harían cada más susceptibles a la neurosis suburbana

  2. La relación de la mujer respecto al resto de la familia sería establecida sobre una base comercial, cuando muchos marxistas desearían escapar de lo que consideran como la tendencia del capitalismo a comercializarlo todo.

  1. Esto afianzaría la tradicional división del trabajo basada en el sexo- haciendo más probable que los hombres permaneciesen trabajando fuera de la casa, y las mujeres dentro de la casa.

 

El feminismo existencialista.

Como se señaló más arriba, de Beauvoir era tanto existencialista como marxista. Esto lleva a autores como Tong (1989) a clasificarla en primer lugar como una feminista existencialista, más que como una feminista marxista.

Para entender del todo el feminismo existencialista, uno debería entender el existencialismo, y estaría fuera del alcance de este libro divagar sobre los detalles de la teoría existencialista. Sin embargo, la característica esencial del feminismo existencialista es que éste toma las categorías positivas, activas del existencialismo y se las aplica a los hombres, y toma las categorías negativas, pasivas y se las aplica a las mujeres- entendiendo así que las mujeres están en desventaja y oprimidas.

“El Segundo Sexo de Simone de Beauvoir, probablemente el texto teórico clave del feminismo del siglo XX, ofrecía una explicación existencialista de la situación de la mujer. De Beauvoir argumentaba que la mujer esta oprimida en virtud de la otredad. La mujer es la Otra porque no es hombre. El hombre es el individuo, el libre, el ser determinado que define el sentido de su existencia, y la mujer es la Otra, el objeto cuyo significado le es establecido por los demás. Si la mujer tiene que convertirse en un ser propio, un sujeto, debe, igual que el hombre, trascender las definiciones, etiquetas y esencias que limitan su existencia. Tiene que hacerse a sí misma ser todo lo que quiera ser” (Tong, op.cit.6).

El feminismo cultural.

Mujeres en el siglo XIX (1845) de Margaret Fuller fue el primer trabajo feminista cultural significativo. El feminismo cultural se pone en marcha para convencernos de que los hombres y las mujeres no sólo son diferentes los unos de los otros, sino que los valores de las mujeres son superiores a los de los hombres; y de que los valores de las mujeres deberían sustituir a los valores de los hombres. En otras palabras, esto es supremacía femenina.

¿Qué sucede con las mujeres que se comportan mal? La mayor parte de las feministas insisten en que estos casos son el resultado de la socialización, la educación y la formación en una sociedad patriarcal. Por esa regla de tres, sin embargo, los supuestos aspectos “positivos” de “los valores de las mujeres” deben derivar también de la misma fuente. ¡Esto significa que tanto los aspectos positivos como los negativos de los valores y la conducta de las mujeres podrían desvanecerse como un resultado de la ingeniería social propuesta por las feministas culturales!

Mientras las feministas liberales del siglo XIX se concentraban en los temas políticos y legales, las feministas culturales examinaban instituciones como la religión, el matrimonio, y el hogar. Ellas miraban, más allá de la posibilidad de igualdad política y legal entre las mujeres y los hombres, a los cambios en la sociedad que creían podrían o deberían resultar de esta igualdad. La idea, simplemente, era que los hombres habían estado haciendo un caos de la situación y las mujeres harían una tarea mejor dirigiendo o ayudando a dirigir el mundo.

Algunas feministas culturales creen en el mito de un matriarcado primordial, en el que el pacifismo, la cooperación, el consenso pacífico de las diferencias y una regulación armoniosa de la vida pública estaban a la orden del día y marcaban la tónica -- en contraste con la destrucción, la tiranía, y la guerra que son supuestamente las que han caracterizado al patriarcado. Calificándola de mito, no estoy diciendo que esta creencia sea necesariamente incorrecta—solamente que se trata de una fábula no probada referida a acontecimientos históricos la cual es capital para una explicación concreta de la sociedad.

Incapaces de encontrar algún “matriarcado” en la época presente, muchas feministas recurrieron a inventarse un idílico Paraíso Perdido Matriarcal en las oscurecidas brumas de la prehistoria. A pesar de que no existen evidencias académicas aceptables de esto, se ha convertido en un hecho aceptado dentro de los “Estudios de Mujeres”.

El darwinismo social (Spencer, 1851) fue una importante influencia sobre el feminismo cultural. Esta teoría aplicaba la noción cuasi-darviniana de la “supervivencia de los más aptos” a las sociedades humanas, razas y personas individuales. Conllevaba que cualquier sociedad próspera alcanzaba su éxito en virtud de características que la hacían “más apta” que las sociedades rivales. Las sociedades podían ser “más aptas” de varias maneras, incluyendo:

  1. 1.Tasa de natalidad.

  2. Tasa de mortalidad infantil.

  3. Longevidad.

  4. Producción de alimentos.

  5. Población total.

  6. Área territorial total.

  7. Éxito en la guerra, etc.

El socialismo darvinista otorgaba un elevado valor a la agresión y competitividad masculinas. Algunos darvinistas sociales eran partidarios incluso de las competiciones mortales y la guerra como mecanismos selectivos apropiados. Sin embargo, otra, menos difundida escuela del pensamiento social darvinista, como la del libro de Charlotte Gilman Mujeres y Economía (1898), preveía una tendencia diferente. Ellos opinaban que la humanidad estaba evolucionando hacía una organización más colectiva, precisando más cooperación y menos competencia, más altruismo y menos egoísmo.

Feminismo psicoanalítico.

El pensamiento central del feminismo psicoanalítico se asemeja bastante a lo que sigue:

“Las feministas psicoanalistas encuentran las raíz de la opresión de las mujeres profundamente incrustada en su psique… El complejo de Edipo, el proceso mediante el cual el chico cede su primer objeto amado, la madre, con el propósito de eludir la castración a manos de su padre. Como un resultado de rendir su identidad (o deseos) al superego (conciencia social colectiva), el chico se integra completamente en la cultura. Junto con su padre mandará sobre la naturaleza y la mujer, ambos poseedores de un poder irracional similar. En contraste con el chico, la chica, que no tiene un pene que perder, se separa poco a poco de su primer objeto amoroso, la madre. Como resultado, la integración de la chica en la cultura es incompleta. Ella existe en la periferia o margen de la cultura como la que no dirige pero es dirigida, principalmente porque… teme su propio poder.” (Tong 1989, 5)

La teoría psicoanalítica, sin embargo, es altamente especulativa, y no lo suficientemente refutable como para considerarse (al menos, desde mi punto de vista) como una teoría verdaderamente “científica”. Además, encuentro aspectos de la descripción superior un tanto inverosímiles—particularmente la noción de que las mujeres están menos integradas en la cultura que los hombres. Las mujeres maduran (tanto social como sexualmente) antes que los hombres, y las mujeres típicamente muestran una interiorización más completa de las normas culturales- es decir, se “comportan mejor”- que los hombres. La sociedad realmente refleja los valores femeninos más que los valores masculinos y dirige los valores masculinos hacía el apoyo y protección de las mujeres. La idea de que la naturaleza se asemeja a las mujeres más que a los hombres es también altamente discutible.

El Feminismo radical.

Las feministas radicales tienden a rechazar al Estado en si, sin mencionar muchas instituciones suyas, como una estructura patriarcal. Creen que ni se trata de una institución neutral que media entre las fuerzas—el resultado de un consenso flexible—ni de un foro mediante el cual y con sus limitaciones las mujeres puedan alcanzar sus metas políticas (tal como lo consideran las feministas liberales)

El feminismo radical es un producto de la segunda ola y tomó el control donde facciones previas lo dejaron. Se han llevado a la práctica menos ideas suyas de las que se han desarrollado con el individualismo feminista o el feminismo socialista, sin embargo:

“Ha sido el feminismo radical el más innovador teóricamente, rechazando definiciones tradicionales tanto de la política como de la teoría, condenando al mismo tiempo todas las teorías políticas previas como patriarcales. A diferencia del enfoque marxista, no ha luchado para incorporar a las mujeres en una estructura política preexistente, sino que en su lugar intenta cambiar nuestra percepción completa de la sociedad, para reestructurarla en términos de un radicalmente novedoso conjunto de interpretaciones centradas en las mujeres. Su intención ha sido reformular las identidades políticas; reivindicar el lenguaje y la cultura desde sus formas masculinas; reubicar el relevante poder político; para reexaminar la naturaleza humana y desafiar los valores tradicionales. (Coole, D.H., 1988: Women in Political Theory, Las mujeres en la teoría política p. 235).”

La diferencia principal entre el feminismo radical y otros tipos de feminismo es que el primero niega cualquier tipo de diferencia psicológica entre los sexos. La crianza y la educación son señaladas como las responsables de los diferentes patrones de conducta de hombres y mujeres, de acuerdo con esta opinión. Y la función de la crianza y educación diferenciadas para los hombres y mujeres se supone que es mantener la institución de la dominación masculina (patriarcado). Las feministas radicales demandan la abolición de todos los roles diferenciados sexualmente y la creación de una sociedad andrógina. Es innecesario decir que esta es una filosofía creada por lesbianas para favorecer a lesbianas.

“Algunas feministas radicales…continúan la lógica de sus análisis hasta un punto en el que un movimiento unido de mujeres de la izquierda general se vuelve difícil de realizar. Desde su punto de vista, las capacidades fisiológicas de las mujeres para la reproducción son similares a la producción material de la clase trabajadora en el marxismo tradicional. Las mujeres, entonces, constituyen una clase del mismo modo que lo hacen los trabajadores. Del mismo modo que la clase trabajadora debe llegar a ser una clase por si misma mediante el control de la producción, así, también, las mujeres deben tomar el control de su reproducción con el propósito de liberarse. Una extensión absoluta de la analogía de clase debe conducir a la idea de la destrucción de la clase previamente dominante- los hombres; o, por lo menos, a la separación de ellos. Las radicales demandan que el lesbianismo sea considerado no simplemente como un asunto de libertad de elección, sino como una esencial política práctica para las feministas.” (Meehan, Elizabeth (1990): British Feminism from the 1960s to the 1980s. El feminismo británico desde la década de los sesenta hasta los ochenta.págs.191-2)

Uno de los trabajos feministas mejor conocidos sobre sexualidad es el de Germaine Greer El Eunuco femenino (1971). Este libro es uno de los clásicos del feminismo radical. Es radical en el sentido que reivindica que gente como Betty Friedan no avanzó lo suficiente. Establecer un sistema femenino en oposición al sistema masculino, como Friedan sugería, no ayudaría a la mayoría de las mujeres, de acuerdo con Greer.

El trabajo de Shulamith Firestone La Dialéctica del Sexo (1970) se engloba tanto en la categoría del feminismo socialista como del feminismo radical. Este libro es inusualmente inteligente, claro, lúcido y minucioso en su enfoque, para los patrones feministas. Esto no quiere decir que lo que alega sea verdadero o sin distorsión. Su autora con el tiempo terminó en una institución psiquiátrica, lo cual no me resulta demasiado sorprendente.

Shulamith Firestone es una influyente escritora feminista que utilizó el marxismo como punto de partida. Ella comienza citando al teórico comunista alemán del siglo XIX Engels con aprobación, aunque opina que el no fue lo suficientemente lejos:

Engels observó que la división original del trabajo fue entre hombre y mujer con el propósito de criar a los niños; que dentro de la familia el marido era el propietario, la mujer los medios de producción, los niños el trabajo; y que la reproducción de la especie humana era un importante sistema económico aparte de los medios de producción. (Firestone, La Dialéctica del Sexo, 1971, Nueva York: Bantam, págs. 4-5).

Incluso si tomamos una limitada, puramente física visión de la reproducción, el análisis de Engels está muy distorsionado. El varón, junto con la mujer, es parte de los medios de la producción sexual. Y frecuentemente son necesarios muchos actos de intercambio sexual para cada fertilización. Más aun, el varón generalmente consume mucha más energía que la mujer en estos actos de coito. Si existen juegos preliminares, el hombre es típicamente mucho más enérgico en esta fase de la relación sexual así como durante el coito propiamente dicho.

Adicionalmente, el “propietario” final de los niños varia considerablemente de una a otra cultura, y de época en época. La última prueba, diría yo, es quien obtiene la custodia del niño en casos de separación o divorcio. En el mundo occidental, ésta es casi siempre la madre. De este modo, en el mundo occidental contemporáneo, por lo menos, las mujeres son las auténticas “propietarias” del “producto”. En aproximadamente un 90% de los casos, de acuerdo al consenso de los activistas de los derechos de los padres en Internet, las madres obtienen la custodia exclusiva de los hijos después de un divorcio o separación. Esta predisposición en contra de los padres frecuentemente asume la forma de la “ Doctrina del Cuidador Natural”- la creencia de que la persona que tiene la mayor parte de contacto en el día a día con el niño es la persona mejor preparada para tener la custodia tras la separación o divorcio.

Es un hecho bien documentado que los padres atraviesan una época muy difícil a la hora de obtener la custodia, debido a los dominantes prejuicios antipadre que todavía existen en muchas partes del sistema de los juzgados de familia.

Lo que es más, la reproducción propiamente dicha incluye todos los años dedicados a la crianza (alimentación, vivienda, educación, etc…) de los niños. Típicamente, por ser el principal sostén de la familia, los padres gastan una sustancial proporción de su tiempo e ingresos con este fin. Si, como se argumentó más arriba, es la madre quien es la “propietaria” real de los niños, entonces es en realidad la madre quien explota al padre en este sistema económico concreto. Llegados hasta este punto, los hombres son actualmente una minoría oprimida en la sociedad occidental. Son una minoría genuina, no como las mujeres, que son una mayoría privilegiada disfrazada por las feministas como una minoría oprimida.

Firestone opina que en aquellos puntos en los que el feminismo radical y la biología humana estén en desacuerdo, ¡es la biología humana la que debe ceder el paso! En otras palabras, era lo suficientemente lúcida como para prever algunos conflictos entre la teoría radical feminista y la realidad, pero como otros muchos ideólogos que persiguen quimeras, no permitió que esto la detuviese. Feministas más recientes han resuelto estos problemas mintiendo sobre los hechos e intimidando a sociedades enteras para creerse absurdos flagrantes (como ya hemos visto en los capítulos precedentes). Cuando sociedades al completo se creen mentiras, esto se llama “ideología”, “superstición” o “religión”.

Firestone sustenta su propio análisis en las siguientes, en parte no discutidas, afirmaciones sobre lo que hacer con lo que ella denomina la “familia biológica”:

  1. Que las mujeres a lo largo de toda la historia hasta la llegada del control de natalidad se encontraban continuamente a merced de su biología – menstruación, menopausia, y las “enfermedades de mujeres”, el doloroso y constante alumbramiento de niños, las labores de nodriza y el cuidado de los pequeños, todo lo cual las volvía dependientes de los varones… por su supervivencia física.

  2. Que los niños de la especie humana necesitan un tiempo incluso mayor para desarrollarse que los animales, y de esta manera están indefensos y, al menos por un periodo de tiempo corto, son dependientes de los adultos para su supervivencia física.

  3. Que en todas las sociedades ha existido de una forma u otra una interdependencia básica madre/hijo, en el pasado o en el presente, y así se ha modelado la psicología de cualquier mujer madura y cualquier niño.

  4. Que las diferencias reproductivas naturales entre los sexos conducen directamente a la primera división del trabajo en el origen de la clase social, además de favorecer el modelo de castas (discriminación basada en las características biológicas) (Ibíd., 8-9).

Los términos “en el origen de” y “modelo” parecen implicar que la división sexual del trabajo era un condicionante previo para la irrupción de los fenómenos de clase y casta. Firestone hace explícita su propuesta (aunque ella sigue sin aportar ninguna evidencia que la sustente) en su definición del materialismo histórico*:

“El materialismo histórico es esa visión del curso de la historia que busca la causa última y la gran fuerza motriz de todos los acontecimientos históricos en la dialéctica de los sexos: la divisón de la sociedad en dos clases biológicas diferenciadas destinadas a la reproducción procreativa, y las luchas de estas clases entre sí, en los cambios de los modos de matrimonio, reproducción y cuidado de los niños creados por estas luchas; en el desarrollo conectado de otras clases diferenciadas físicamente (castas); y en la primera división del trabajo basada en el sexo, a partir de la cual se desarrolló (económica-culturalmente) el sistema de clases.”

Más a su favor todavía, Firestone desdeña los esfuerzos de algunas feministas por atribuir las causas de estos hechos a factores ambientales. Ella alude a la casi universalidad de estas situaciones dentro del conjunto de la humanidad, además de en otras especies animales. Si la causa es el entorno, ¿por qué tan pocas excepciones?

Es al llegar a este punto donde deja de ser desapasionada y objetiva. Habla sobre las “distorsiones psicosexuales” en la personalidad humana a las que han dado lugar los cuatro puntos señalados más arrriba. Se evidencia que tenía implícita en mente algún tipo de utópica “normalidad psicosexual” feminista. Firestone obviamente considera que se encuentra en una posición que le permite juzgar que la mayor parte de las personalidades están “distorsionadas”. Las demás personas, sin embargo, no tendrían por qué considerarla como alguien particularmente cualificada para hacer juicios tan amplios. Ella sencillamente asume que casi todas las personalidades están “distorsionadas”, y que sólo ella (junto con, quizás, unas pocas amistades) es “normal”.

Como resulta típico en las feministas, encuentra esta argumentación superficial como una base lo suficientemente sólida que le permite empezar a hablar sobre la “tirania (de los hombres, por supuesto) sobre las mujeres y los niños”. Considera este hecho como algo de origen biológico.La tecnologia moderna, sin embargo, hace viable en su opinión, el derrocar los fundamentos biológicos de la actual estructura de poder sexual” Hasta aquí el extracto de la versión de 1999.

La tecnología moderna hace viable, en su opinión, el derrocar los fundamentos biológicos de la actual estructura de poder sexual. Aquí es donde surge su utopía psicosexual. Ella afirma que las mujeres deberían hacerse con el control de “la biología de la nueva población y de todas las instituciones sociales relacionadas con la maternidad y la crianza de los hijos”. Más radicalmente, en su utopía no deberían existir cosas tales como la familia o la comunidad, sino únicamente individuos separados trabajando duro y cooperando momentáneamente.

“Las diferencias genitales entre los seres humanos no tendrían importancia cultural por más tiempo. (Un regreso a una pansexualidad sin obstrucciones -- la “perversidad polimórfica” de Freud- suplantaría probablemente a la hetero/homo/ bi-sexualidad) La reproducción de la especie por un sexo en beneficio de ambos sería reemplazada por (o como mínimo por la opción de) la reproducción artificial: Los niños nacerían igualitariamente de ambos sexos, o independientemente de cualquiera…La dependencia del hijo de la madre (y viceversa) daría paso a una dependencia enormemente reducida de un pequeño grupo de otros en general… La división del trabajo terminaría mediante la eliminación del trabajo al completo (cybernacion).” (op.cit.)

Uno de los más influyentes trabajos feministas en tiempos recientes ha sido Política Sexual de Kate Millet. Su tesis central es que uno puede caracterizar la relación entre los sexos en términos políticos. Esta percepción aparentemente deriva en primer lugar de Wilhelm Reich. Sería más justo el ser más equilibrado de lo que lo son las feministas en lo referido a las actuales relaciones políticas entre los sexos. Millet comienza desde los siguientes supuestos:

  1. Los Estados Unidos (y países similares) son “patriarcados”;

  2. Esto es evidente porque los políticos son principalmente varones;

  3. Este gobierno de hombres sobre las mujeres se aplica a todos los componentes de la sociedad, incluida la familia.

Ella no presenta estas alegaciones muy clara o explícitamente, pero es evidente que las cree. Y el feminismo se ha estabilizado hasta tal punto que estos principios son considerados popularmente como evidentes en la totalidad del mundo occidental.

Dos conceptos que tipifican el feminismo radical son la máxima teórica “lo personal es política” y su corolario práctico, “despertar la conciencia”.

“Dentro del grupo de despertar de la conciencia la experiencia de cada persona, la historia vital de cada mujer era un tema de interés. Comprendimos que mediante la escucha de la experiencia de un individuo podríamos dibujar una imagen mucho más rica de cómo estaba organizada la sociedad. Política sexual proporcionó una comprensión de cómo funciona la sociedad tanto en un nivel ideológico como material y profundizó la comprensión que la izquierda tenía de de la experiencia humana. El Movimiento de Liberación de las Mujeres construyó un análisis de la sociedad fundamentado sobre lo esencial de la experiencia de la vida individual. Esto aumentó y retó el conocimiento previo social, económico y político de las bases de la sociedad” (Luise Eichenbaum y Susie Orbach "Outside In. Inside Out. Women's Psychology: A Feminist Psychoanalytic Account". De fuera adentro. De dentro afuera. La psicología de las mujeres: un enfoque psicoanalítico feminista, Harmondsworth: Penguin,1982,12)

Yo compararía este proceso de recolección de datos para demostrar una hipótesis científica, con la discrepancia fundamental de que el despertar de la conciencia tiene una tendenciosidad intrínseca la cual puede ser fácilmente demostrada planteando (retóricamente, por supuesto) la cuestión, “¿De cuantos grupos de despertar de la conciencia disponían las feministas para permitir a los hombres el discutir la manera en que ellos habían sido oprimidos por las mujeres en sus vidas? Dicho de otro modo, “el despertar de la conciencia” es prácticamente un sinónimo de “lavado de cerebro”, “instrucción” o “conversión”. La teoría feminista radical (la política sexual, tal como fue concebida por las feministas) proporciona el armazón para que las mujeres reinterpreten sus vidas del mismo modo que las religiones hacen con los conversos.

El Feminismo Postmoderno/ Feminismo Francés.

Un cínico podría caracterizar el feminismo postmoderno como una etapa o tipo de feminismo que hace una virtud del hecho de que el feminismo contemporáneo esté disgregado y aparentemente carezca de dirección:

Las feministas postmodernas se preocupan ya que el feminismo se considera una teoría explicativa, él… corre el riesgo de intentar proporcionar la explicación de por qué la mujer está oprimida, o los diez pasos que todas las mujeres deben asumir con el propósito de alcanzar la auténtica liberación. (Tong 1989, 217)

El feminismo es incapaz de hacer estas cosas. En realidad, ninguna feminista ha demostrado objetivamente que las mujeres se encuentren (más) oprimidas (que los hombres) y, por lo tanto que necesiten ser “liberadas”. Esa demostración objetiva es una condición previa para la teoría explicativa de la que carecen. La naturaleza disgregada del feminismo postmoderno es un resultado inevitable del hecho de que ninguna de las diversas facciones del feminismo haya sido capaz de construir una teoría explicativa. A cambio, estos cismas han creado un entorno en el que el denominado “contragolpe” ha sido capaz de emerger.

Los Estudios de Mujeres.

“Los Estudios de Mujeres” constituyen una curiosa especialidad académica. En parte porque es reciente, pero principalmente porque tiene más en común con la teología o el adoctrinamiento ideológico que con otras disciplinas académicas de (digamos) las ciencias sociales.

“Los Estudios de Mujeres, como el propio feminismo, presentan dos enfoques sobre el tema de la desigualdad. Uno de los enfoques, utilizando evidencias antropológicas, biológicas, históricas y psicológicas, expone que las mujeres no son en lo esencial distintas de los hombres, y a partir de ahí, que en una sociedad estructurada de un modo diferente sería posible hacer desaparecer las divisiones basadas en el sexo o el género, dejándonos una sociedad igualitaria. El otro enfoque plantea que las mujeres son básicamente distintas de los hombres y que está desigualdad da como resultado una infravaloración de las actividades y características femeninas… De esta manera puede verse que los “Estudios de Mujeres” están unidos a dos conceptos de igualdad, que podrían denominarse “claramente iguales” o “iguales pero diferentes.” (Ruth, Temas de feminismo: Un primer curso sobre los Estudios de Mujeres.”1980, p. 5)

Es una característica de la ideología de un movimiento social el que intente “casarse con” contradicciones en un intento de maximizar la influencia política del movimiento. Las disciplinas netamente académicas, por otro lado, tienden a centrarse en las contradicciones con el propósito de alcanzar una conclusión gracias a la cual la teoría se vuelva correcta.

Como los Estudios de Mujeres no son realmente una disciplina académica, digan lo que digan, no podemos esperar que examinen objetivamente cuestiones del estilo de si los hombres están oprimidos en la sociedad, si están oprimidos por las mujeres, y si ellos están más oprimidos que las mujeres. Los Estudios de Mujeres toman la opresión de la mujer (por los hombres o por la sociedad) como una verdad manifiesta que ninguna persona de buen juicio debería siquiera cuestionarse. Incluso los profesores de los Estudios de Mujeres admiten esta tendenciosidad hacía la acción política más que hacía una investigación rigurosa:

“Las ideas, métodos, currículos, y teorías de los Estudios de Mujeres muestran una gran diversidad y se resisten a una definición sencilla. Aquellos que trabajan actualmente en los Estudios de Mujeres los han denominado alternativamente como un proceso, un campo de investigación, una perspectiva crítica, un centro para la acción social, y/o el brazo académico del movimiento de las mujeres. Son todo esto y más. (Ibid, p.3).”

Ruth está al tanto de la imputación de que los Estudios de las Mujeres son tendenciosos. Ella responde apelando a que la tendenciosidad masculina (a la cual llama “Masculinis-mo”, “Masculismo” o “Androcentrismo”) ha sido siempre una característica de la sociedad. Esto bien podría ser así, pero el demostrar que muchos académicos masculinos han sido tendenciosos no demuestra que los Estudios de Mujeres no lo sean, ni tampoco justifica la arbitrariedad de los Estudios de Mujeres, de existir ésta.

Los masculinistas/ activistas de los Derechos de los Hombres no son responsables de lo que haya existido o exista. No necesitamos defender las parcialidades masculinas, cuando se presenten. No hay nada de malo en que el feminismo revele parcialidades masculinas. Sin embargo, las feministas hacen más que mostrar arbitrariedades masculinas, ellas también crean parcialidades femeninas. Uno de los principales propósitos de este libro es señalar casos de parcialidades femeninas. He aquí algunos de los ejemplos incluidos en este libro:

  1. la definición de poder político y la identificación de quien lo detenta;

  2. actitudes hacía los hombres como las contrarias a la circuncisión femenina;

  3. la evaluación de los roles de cortejo masculinos y femeninos en el contexto de la legislación sobre violación;

  4. la diseminación e interpretación de los casos de violencia doméstica;

  5. la diseminación de información sobre varios tipos de abusos infantiles;

  6. la evaluación del tratamiento dado por el sistema legal a hombres y mujeres;

  7. la evaluación de los temas de empleo referidos a hombres y mujeres;

  8. la compilación y diseminación de las estadísticas de la ONU y otros sobre igualdad de género;

  9. La elección de temas en los que se reivindica la igualdad de género;

  10. La definición de igualdad de género.

 

Prólogo a la versión española

Prefacio a la Edición NZEP

Introducción: ¿Qué es el Feminismo?

Capítulo 1: Narcisismo Feminista y Poder Político.

Capítulo 2: Circuncisión contra elección

Capítulo 3: Violación: Conservando Tu Pastel a Pesar de Habértelo Comido

Capítulo 4: Mentiras sobre la violencia doméstica, un dilema sin salida para los hombres.

Capítulo 5: Falsas acusaciones y la mentira del abuso infantil

Capítulo 6: La Mentira del Sistema de Justicia Masculino

Capítulo 7: Temas laborales y la mentira de que “las mujeres pueden hacer cualquier cosa”

Capítulo 8: Las mentiras sobre la educación

Capítulo 9: Mentiras, malditas mentiras y estadísticas de las Naciones Unidas.

Capítulo 10: La mentira de la igualdad

Capítulo 11: El derecho a la elección y el aborto

Capítulo 12: El Lenguaje sexista: ¿Cree Satán que ella es varón?

Capítulo 13 : Educadoctrinamiento mediante el complejo de los medios de comunicación y la universidad

Capítulo 14: La Mentira de la representación masculina

Capítulo 15: Manifestaciones del feminismo

Notas

Referencias

FAQ

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Peter Douglas Zohrab

Latest Update

16 May 2017

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