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Sexo, mentiras y feminismoCapítulo 3: Violación: Conservando Tu Pastel a Pesar de Habértelo Comido*Autor de la obra original: Peter ZohrabTraducción al castellano por: Gustavo Revilla Olave |
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*Nota del traductor: El dicho Inglés que encabeza este capítulo en la versión original: “Having your cake and eating it too” sería traducible al castellano como: “teniendo tu pastel y comiéndolo al mismo tiempo” o “conservando tu pastel a pesar de habértelo comido” haciendo referencia a una situación contradictoria en la que se pretende disponer de todas las ventajas aunque esto resulte imposible. El refrán más asimilable a éste que solemos utilizar en castellano sería el conocido “no se puede estar en misa y repicando (las campanas)” o “no se puede nadar y guardar la ropa”.
(Nota del autor: Algunos contenidos para adultos han sido borrados.)
Lo que tu digas, cariño.
Algo sorprendente que me sucedió mientras trabajaba en este libro: mientras asistía a un curso para profesores, ¡numerosas feministas me pusieron al alcance de la mano la mejor contradicción de su posición sobre la violación que yo podría haber deseado encontrar!1. De hecho este grupo (compuesto principalmente por mujeres) es tan rotundamente feminista (e izquierdista, en general) que yo estuve a punto de darme un pellizco a mi mismo. He aquí lo sucedido:
Un tema tratado en el curso de un sólo día de duración fue el sexo del cerebro, basado en el libro del mismo nombre. Después de hablar un poco sobre las diferencias entre la psicología masculina y femenina mencionadas en este libro, el coordinador, dirigiéndose a las mujeres de la audiencia, dijo más o menos: “¿Sabéis cómo es, cuándo tú le pides a tu marido que no te compre ningún regalo por tu cumpleaños-y él va y no lo compra?
Se produjo un revuelo de aprobación condescendiente por parte del auditorio mayoritariamente femenino. Se supone que los hombres deberían saber que es realmente necesario comprar un regalo. Por eso aproveche la oportunidad para decir, “Sucede lo mismo con la violación. La mujer dice “no”, y el hombre se equivoca pase lo que pase.”
Se produjo un sorprendido, pero casi unánime grito de réplica “¡No!” surgido de este mismo auditorio. (Hubiese podido añadir que un hombre podría terminar encarcelado por tomar una decisión en esta clase de situaciones, o perder su matrimonio si elige la otra opción.)
Así que, si una mujer dice no y significa que sí en una situación, pero dice no y significa que no en otra, ¿Se supone que los hombres deben intuir mágica, telepáticamente, el sentido correcto y actuar en consecuencia? Solamente aquellos que se benefician de una incoherencia semejante podrían decir que esto tiene sentido.
Este incidente ilustra sobre una serie de puntos: Uno es que la insistencia feminista en que una mujer siempre quiere decir “No” cuando dice “No” es una mentira, como Camille Paglia, a pesar de que se autodefina como feminista, ha señalado. Y muchos hombres han sido encarcelados porque esta mentira se ha convertido en la doctrina oficial en ciertos juzgados.
Otro punto es que el permitir únicamente a las feministas ejercer una aportación seria en las políticas de sexo/género ha creado una sociedad en la que las mujeres pueden comerse su parte de la tarta y conservarla al mismo tiempo, mientras que a los hombres se les coloca en una situación sin salida. Dicho de otro modo, los hombres occidentales tienen que elegir cada vez más entre evitar las relaciones de pareja o arriesgarse a ser arrestados por violación. Otra situación sin salida para los hombres se da también en el área de la violencia doméstica y los tribunales de divorcio. Estas situaciones sin salida son el resultado inevitable de la institucionalización de los grupos de presión femeninos, mientras se ignora y desmotiva a los grupos de presión masculinos, que es exactamente lo que están haciendo los gobiernos occidentales.
El punto final sobre el que nos ilustra esta anécdota es como lo políticamente correcto está perfectamente preparado para negar verdades obvias e imponer su fe a los demás por la simple fuerza del número. Esto lo demuestra el “no” a coro que propicio mi comentario. Para ser exactos, para el día siguiente parecía que mi argumento había calado hasta cierto punto, por lo que su réplica era probablemente el exabrupto de gente que reconocía la herejía teológica cuando la escuchaban. Pero debería añadir que había estado preparando el terreno durante muchos años, con la introducción gradual de herejías antifeministas. A pesar de todo si fuese por este trasfondo, sus perjuicios permanecerían inalterados y mi carrera habría sufrido consecuencias severas, en mi opinión.
Existen básicamente dos formas de considerar la violación:
Yo me sitúo en la segunda postura, y este capítulo se centrará en la violación hombre mujer, porque es la más conocida. A pesar de todo, otras formas, como la violación de una mujer por otra, ocurren, como se informa en este artículo, “fui violada por otra mujer” "(I was raped by another woman" (Cleo magazine, New Zealand, August 1999)).
El contexto anatómico de la violación.
Si piensas que los hombres son malos y las mujeres son buenas, y las mujeres son siempre las víctimas cuando la actividad sexual heterosexual se produce, y que la violación es siempre culpa del hombre, entonces no deberías seguir leyendo. Este capítulo no es para ti. Como veremos en el capítulo sobre la igualdad, los hombres y las mujeres no se encuentran en una relación simétrica y en ningún otro aspecto se demuestra esta realidad de una forma tan clara como en el terreno del cortejo y la sexualidad.
Podemos empezar por la anatomía genital recíprocamente no simétrica de hombres y mujeres. Los hombres y las mujeres no poseen una anatómica genital que sea recíprocamente simétrica o idéntica. Por el contrario, tienen anatomías complementarias. (censurado)
Los elementos cruciales que quiero destacar de la descripción anterior son:
Así que podemos ver como la violación puede ser un tema de grado. Realmente, lejos de discrepar con las feminazis que gritan “todos los hombres son unos violadores”, yo estoy casi de acuerdo con ellas. Los hombres vinculados con el sexo heterosexual están casi obligados a presionar sobre una mujer que se contiene, y esto seguramente se incluye bajo muchas definiciones de violación. (censurado) Estos hechos implican que la psicología de un hombre excitado debe ser, en la mayor parte de las ocasiones, muy distinta de la psicología de una mujer excitada. (censurado)
Las feministas que gritan que la violación no es un acto sexual sino un acto exclusivamente violento mienten, con el propósito de hacer más probable que las penas por violación se aumenten, y para hacer que a un hombre le resulte más difícil defenderse de un cargo por violación ante un tribunal. El artículo “Las causas del comportamiento criminal-¿por qué lo hacen?” explica que los violadores señalaron a la urgencia de tener sexo con una mujer adulta como una razón capital para delinquir 3. Cualquier estudio que encuentre la violación como un resultado de la cólera o el deseo de poder, necesita ser reevaluado por investigadores que no tengan una tendenciosidad feminista. Las feministas tienen una fuerte motivación ideológica para demostrar que la violación es un acto de violencia, y cualquier “investigación” realizada por ellas sobre este tema es candidata a tener una agenda política a sus espaldas.
Esta agenda se ha desarrollado hasta tal extremo en Nueva Zelanda (por ejemplo) ¡que la pena máxima por violación es superior a la pena máxima por asesinato! Existe una sentencia denominada “detención preventiva”-es decir, un periodo indefinido de encarcelamiento- el cual puede imponerse para los delitos sexuales pero no para el asesinato, por si solo. Aquí, como en el caso del aborto, nos encontramos con que la sociedad valora los derechos y conveniencias de las mujeres muy por encima de la vida de los niños no nacidos o los derechos de los hombres.
De hecho, argumentar si la violación incluye sexo o violencia es desviarse del tema, hasta cierto punto. Existen palabras como “sexo”, “violencia”, “placer” y “dolor” las cuales nos permiten dividir el mundo en conceptos arbitrarios. La propia realidad es amorfa. Existe poca diferencia entre el acto sexual y un acto de violencia. Sería una enorme coincidencia si en el caso de las palabras de arriba (en inglés) podría demostrarse que cada una ellas corresponde a reacciones bioquímicas totalmente separadas y distintas. De todas formas yo no soy bioquímico, por lo que lo más que puedo hacer es permanecer atento a los descubrimientos científicos en esta área y examinarlos cuidadosamente.
El acto sexual típico en la postura del misionero es, hasta cierto punto, un acto violento, como he explicado más arriba. Más aún, no existe una línea de separación definitiva entre el placer y el dolor. Se trata de experiencias sensoriales, y algunas son claramente placenteras mientras otras son claramente dolorosas- con un área poco definida entre los dos tipos. Por eso ciertamente los actos pueden ser ambas cosas, sexuales y violentos a la vez, y la persona que experimenta estas acciones puede sentir placer y dolor al mismo tiempo.
Bastantes experiencias – especialmente durante el juego sexual- son algo dolorosas y más que algo placenteras. En algunos actos sexuales se incluye una considerable proporción de mordiscos, rasguños y arañazos. Como las víctimas de este tipo de violencia son frecuentemente varones, a las feministas no les ha parecido adecuado convertirlo en uno de sus temas. El bondage y el sadomasoquismo están al final de una gama de comportamientos sexuales y no son tan diferentes del sexo normal. Las películas Snuff – a pesar de ser horribles- son el último extremo de un continuo de sexo/violencia.
El contexto social de la violación.
Los diferentes comportamientos sexuales de hombres y mujeres son hasta cierto punto isomórficos con sus diferentes anatomías. Dicho de otra manera, los hombres poseen el principal instrumento/arma del acto sexual, y son también los principales iniciadores del cortejo. Las mujeres poseen el receptáculo para el acto sexual, y también tienden a ser más las receptoras que las iniciadoras del cortejo. Es biológicamente eficiente para las mujeres el comportarse en general durante el cortejo de una forma tan pasiva como lo hacen durante el mismo acto sexual. De la misma manera, es biológicamente eficiente para los hombres comportarse tan decididamente durante el cortejo como lo hacen durante el acto sexual.
Esto es así porque tanto las mujeres como los hombres pueden aplicar la misma predisposición mental (ella: “deja que él haga el movimiento”; él: “tengo que ser yo quien se lance”) en las dos situaciones. Sería un tanto esquizofrénico si las mujeres realizasen todos los movimientos durante el cortejo y de repente se sumieran en la pasividad durante el acto sexual. En términos hormonales y de estructura de la personalidad dudo que los seres vivientes pudiesen evolucionar de una manera tan contradictoria.
Desde el momento en que todos los hombres se enfrentan con la necesidad de tropezar con el frecuente rechazo o la aparente indiferencia (y las mujeres no), la supervivencia de la especie obliga a que los hombres adopten una actitud de piel endurecida ante el aparente rechazo. El viejo dicho “el infierno no tiene tal furia como una mujer rechazada” sólo tiene sentido si las mujeres son “rechazadas” en muy pocas ocasiones. Ciertamente uno no tiene la impresión de que haya por ahí millones de mujeres furiosas porque fueron rechazadas.
Las mujeres pueden también sentirse rechazadas en ocasiones, en el sentido de no recibir las atenciones del hombre al que intentan atraer. Pero eso apenas es nada comparado con la experiencia frecuente de los hombres que hacen (y se supone que deben hacer) una manifiesta entrada en frío a una mujer, que en ese momento les rechaza de un modo crudo y desproporcionado. No existe un refrán como “el infierno no tiene la furia de un hombre rechazado” por la simple razón de que ser rechazado por una mujer es una experiencia muy frecuente para la mayoría de los hombres, y sencillamente no podrían llevar una vida normal si se enfureciesen cada vez que esto les sucede.
Aquí también se encuentra presente una cuestión de estatus. Sólo puedes sentirte furioso si sientes que han dañado tu prestigio y te han humillado. Para una mujer resulta humillante exponerse al rechazo justamente para ser rechazada, mientras que un hombre no tiene el tipo de estatus u orgullo en el contexto del cortejo que le permita tomarse el lujo de sentirse humillado por el rechazo. Puede entristecerse, desde luego, pero no enfurecerse. (De hecho, aquellos hombres que se encolerizan al ser rechazados son considerados generalmente como muy peligrosos y potencialmente criminales.)
Este rechazo puede resultar muy traumático en ciertas ocasiones- especialmente para los varones adolescentes. Por tanto un hombre tiene que elegir entre el celibato o aprender a ser de piel dura. Sólo existe una ligera línea entre esa mentalidad y la de un violador, y es inevitable que esta separación sea atravesada en algunas ocasiones. Así, en el contexto de definir, reconocer y perseguir los crímenes sexuales, es extremadamente injusto penalizar a los hombres demasiado severamente por atravesar esta línea- particularmente mientras se permite a las mujeres comportarse como deseen sin correr ningún riesgo legal serio.
El concepto legal de la violación
Debemos decidir sí, o hasta que punto, la violación y la pasividad femenina son las dos caras de una misma moneda genéticamente programada, y entonces diseñar nuestro sistema legal en correspondencia. Un problema significativo es el efecto de la constante propaganda feminista, y como intenta que las mujeres tengan todas las ventajas. Las mujeres tienen el lujo de esperar que los hombres realicen todos los movimientos, y acusarles de violación como y cuando lo deseen.
Los masculinistas deberían demandar la igualdad sexual en el área de los crímenes sexuales. El estilo de crímenes que las mujeres cometen deberían estar más duramente castigados de lo que lo están en la actualidad. Para equilibrar el crimen de la violación (de no ser que se le atenuase en cierta medida), sugiero que debería existir algún mecanismo legal para penalizar a las mujeres hasta un grado equivalente por fallar al tomar la iniciativa en las relaciones sexuales- o, alternativamente, por rechazar a un hombre cuando fuese posible argumentar que ella “le indujo.”
¿Las mujeres en la cima?
En la práctica y en la abrumadora mayoría de los casos, los hombres deben comenzar las relaciones sexuales con las mujeres enfrentándose con una actitud femenina que va desde la desmotivación activa (a menudo, aunque por supuesto no siempre, transformada en aceptación si el hombre insiste) pasando por la aparente indiferencia, hasta una conducta ambiguamente no desmotivadora que incluiría posibles “señales” de receptividad. Un estudio afirma demostrar que, en los bares de solteros, son las mujeres quienes comienzan las relaciones en primer lugar. En lo que se refería al primer contacto físico real, sin embargo, el estudio aparentemente incluía “incidentales” o “casi accidentales” tocamientos del hombre por parte de la mujer. Esto resultaría típico de la conducta comúnmente abierta a la “denegación” de las mujeres durante las relaciones sexuales. Aun así, la nada ambigua y arriesgada transición desde el conocimiento casual hasta la relación física/sexual continúa siendo una responsabilidad masculina.
Relativamente reciente el concepto de “cita violación” golpea los titulares, particularmente en los Estados Unidos. Tuvo como resultado la conocida política de prevención de la ofensa sexual de la Universidad de Antioquía (1996), la cual se centra en la siguiente definición de “consentimiento”: “el acto de voluntaria y verbalmente aceptar participar en una específica conducta sexual.” (Antioch College)
Lo que es novedoso en lo referido a la cita violación es que señala un intento de cambio en la definición de “violación”. Previamente, la mayor parte de la gente asumía que la violación consistía en un acto sexual forzado a una mujer que afirmaba no desear participar. Con el concepto de la cita violación surgió la idea de que la violación era lo que un hombre cometía si tenía relaciones sexuales con una mujer que no había afirmado explícitamente estar de acuerdo con ello. Esto es totalmente injusto para los hombres. Como Thomas (1993) lo expone:
“Existen pocas formas de que un chico pueda evitar ser acusado de violación. Todavía se espera que los chicos inviten a salir a las chicas, les inviten a un par de bebidas, ofrezcan un amor perpetuo y entonces intenten conseguir algo más... si no intentas como mínimo seducirlas, las chicas están en posición de ofenderse (y comenzar a divulgar difamaciones sobre tu virilidad –PZ). Y... puede que nunca exista un momento en el que alguien pregunte, “¿puedo?” o consiga la respuesta “Sí”. (Op. Cit., página 178)
También se presenta el viejo problema de las mujeres que dicen “no” y significa “sí”, al cual me refería anteriormente. Muchas feministas niegan que esto suceda jamás, pero Thomas (1993) cita una encuesta de 1991, realizada entre estudiantes femeninas en el departamento de psicología de la Universidad de Texas, donde cerca del 50% de la encuestadas admitían decir “no” a los avances sexuales cuando en realidad deseaban decir “si” o “tal vez”. La mayor parte de los hombres deberían estar atentos a esta clase de conducta en base a su propia experiencia.
El contexto político de la violación
Estoy de acuerdo con Bárbara Amiel (citado por Thomas, 1993, páginas 178-9), quien escribió que el feminismo...
"…se ha movido desde la meta liberal de la igualdad entre los sexos hasta la meta política del poder para las mujeres, y se encuentra ahora claramente en el camino de legislar como fuera de uso los hábitos de cortejo basados en la biología de nuestra especie... las feministas desean que la sexualidad masculina carezca de influencia en la ley criminal. Las mujeres deberían ser libres para participar en cualquier tipo de conducta que convenga a su propia sexualidad sin preocuparse por las consecuencias. Este posicionamiento considera a los hombres como consoladores: Las mujeres pueden ligárselos, encenderlos, divertirse y entonces, si el mecanismo de apagado no funciona, denunciar al fabricante por daños y perjuicios."
También estoy de acuerdo con la conclusión de Amiel de que la agenda oculta detrás del tema de la cita violación podría basarse en el hecho de que las líderes veteranas de la Organización Nacional para las Mujeres de los EEUU (En inglés, National Organization for Women o NOW), la organización feminista puntera de América, son lesbianas. Sería duro psicológicamente para las activistas feministas continuar atacando a los hombres del modo en que lo hacen si estuviesen al mismo tiempo emocional y sexualmente implicadas en relaciones con hombres.
De hecho, yo asistí una vez – sin invitación- al lanzamiento de la “semana antiviolencia”- en Wellington, Nueva Zelanda. Llegue temprano, ¡y me encontré con que la organización estaba siendo realizada casi en exclusiva por lesbianas hombrunas! Cuando interrumpí el discurso de apertura para protestar porque no se había invitado a ningún grupo de hombres, una de las lesbianas me dijo ¡que los hombres deberían organizar su propia semana contra la violencia! Dicho de otro modo, ella estaba admitiendo que la “antiviolencia” era exclusivamente a favor de las mujeres, un concepto antivarón, desde su punto de vista.
Claramente, muchas escritoras y activistas feministas odian a los hombres, posiblemente porque son lesbianas. Cualquiera que lea el manifiesto SCUM, por ejemplo, entiende claramente que es el producto de un odio lésbico contra los hombres (misandria) camuflado como teoría política:“La vida en esta sociedad es, en el mejor de los casos, un completo aburrimiento, y en ningún aspecto relevante, para las mujeres que permanecen siendo personas cívicas, responsables, y en búsqueda de emociones; a menos que se derroque el gobierno, se elimine el sistema monetario, se instituya la completa automatización y la destrucción del sexo masculino.” (Párrafo inicial del manifiesto Scum ,Valerie Solanas, http://www.flash.net/~twinkle/psycho/DARK/links/scum-man.htm)
Puede tratarse, hasta cierto punto, de una situación similar a la del huevo y la gallina: Algunas mujeres podrían haberse hecho lesbianas como una consecuencia de afiliarse al movimiento feminista y encontrarse con feministas lesbianas; otras podrían hacer comenzado como lesbianas y comprobar entonces que el movimiento feminista era una buena oportunidad para expresar su rechazo hacía los hombres. Añadido a lo anterior otras pueden haber sido bisexuales o muy próximas al lesbianismo y encontrarse con la circunstancia de que el movimiento feminista favorecía un entorno más dirigido hacía el lesbianismo que la heterosexualidad. ¡Algunas pueden incluso haberse unido al movimiento de las mujeres principalmente con el propósito de encontrar pareja!
Brownmiller (Contra nuestra voluntad, Nueva York: Simon & Schuster, 1980) expone una teoría muy radical, misándrica (odio contra los hombres) sobre la violación:
“La capacidad estructural del hombre para violar y la correspondiente vulnerabilidad estructural de la mujer son tan básicas para la fisiología de nuestros dos sexos como el acto primario del sexo en si mismo... Anatómicamente, uno podría desear mejorar el diseño de la naturaleza, pero esta especulación me resulta poco realista... En la violenta tierra habitada por la mujer y el hombre primitivo,... la violación se convirtió no sólo en un privilegio masculino, sino en el arma básica de intimidación del hombre sobre la mujer, el agente principal de su voluntad y el miedo de ella... No es ni más ni menos que un proceso consciente de intimidación mediante el cual todos los hombres mantienen a las mujeres en un estado de temor.” (Brownmiller 1980, 232-233).”
Aunque Brownmiller repudió eventualmente una buena parte de lo que expuso en Contra nuestra voluntad, estas quejas tuvieron pese a todo una gran influencia, principalmente la idea de que todos los hombres mantienen conscientemente a las mujeres en un estado de temor a ser violadas, lo cual es una mentira abominable. Esto es incierto en mi caso, y dudo de que sea único. Cuando he pensado sobre cualquier aspecto de la violación, nunca me ha venido a la mente interpretarla en términos del poder que podría darme el que yo supuestamente pudiese violar a alguien. Sólo he pensado sobre ello considerando como me sentiría en esa situación. Sí todas las mujeres temen ser violadas es una cuestión aparte, y ciertamente las feministas han trabajado duro para infectar a las mujeres con este temor.
Con todo, Brownmiller tiene su parte de razón, oculta entre todas sus exageraciones: Es posible sugerir que el que casi cualquier hombre pueda violar a cualquier mujer afecta a la relación de poder entre los dos sexos. Igualmente, sin embargo, uno podría afirmar que el hecho de que cualquier mujer pueda gritar “violación” después de cualquier ocasión de cortejo afecta también a la relación de poderes entre los dos sexos.
En comparación las mujeres son generalmente pasivas en el conjunto de las relaciones sexuales, y durante el coito en concreto. Así que un hombre corre el riesgo de que una mujer que normalmente dice “sí” cuando ella dice “no” (y esto es razonablemente común, como veíamos en la cita mencionada más arriba) podría afirmar posteriormente que lo que ella realmente quería decir era “no.” Este caso se da especialmente en sociedades donde es ahora posible el que una mujer acuse de violación a su marido. La violación debe ser valorada en el contexto de las citas, los juegos eróticos iniciales y los hábitos, presiones y prácticas del acto sexual. Brownmiller habla de “la capacidad estructural del hombre para violar y correspondiente vulnerabilidad estructural de la mujer”. La otra cara de la moneda sería la capacidad estructural de la mujer para ser pasiva y ambigua y la correspondiente vulnerabilidad estructural del hombre frente al rechazo y la falsa acusación.
(censurado)
¿Proyecto de derechos sobre el acto sexual?
Las feministas desprecian la idea de que cualquier hombre experimente unas necesidades tan fuertes que literalmente no pueda controlarse. Me pregunto cómo pueden saber esto en base a hechos. Puede significar que las mujeres nunca tienen esta clase de deseos. Ciertamente, un sistema legal no debería pedir a un hombre que interrumpiese el coito una vez comenzado. Ni tampoco debería una mujer tener el derecho a esperar que un hombre se controlase a si mismo hasta el punto de que ella pudiese pedirle que parase una vez que el acto sexual esté claramente comenzado. ¡Afirmo esto como un activista de los derechos de los hombres! Los hombres deben tener algunos derechos durante el acto sexual, y éste debe ser uno de ellos. Un hombre no es simplemente un vibrador viviente a entera disposición de la mujer. No puede ser sencillamente encendido y apagado como conviene a algunas mujeres y al sistema legislativo antivarón. Puede que necesitemos un proyecto de derechos sobre el acto sexual, con este punto como primer artículo.
Además también se da el caso del “dolor de huevos”. El trabajo de referencia médica Rosenfeld (Symptoms, New York: Bantam 1990) incluye el siguiente pasaje:
“Otro motivo para el dolor testicular es el amor no correspondido y la pasión insatisfecha. La consecuente congestión de los tejidos escrotales produce dolor. Esta situación, conocida entre quienes la padecen como “dolor de huevos” es fácilmente remediable-¡pero no por un doctor!”
Las mujeres no padecen un dolor similar como resultado de un amor no correspondido, y en aquellas sociedades en las que la masturbación es severamente desaprobada un hombre puede encontrarse a si mismo luchando con una fuerte presión hacía la violación, como resultado de una presión física real necesaria para aliviar su dolor. Esto no hace de la violación algo excusable (moral o legalmente), pero coloca a los hombres en una situación distinta de cualquier otra que tengan que afrontar las mujeres.
Conclusión:
El tema de la violación debe reconsiderarse en las sociedades occidentales. Similarmente a como sucede con otros temas sobre los derechos de los hombres o los padres, deberían darse-y seguramente se darán- dos frentes distintos en el asalto al statu quo:
En este contexto, ya no parecerán demasiado extraños los hábitos de las sociedades en las que las mujeres se esfuerzan en ser modestas y mantenerse alejadas de los hombres que no les resulten conocidos. Son una solución a un problema antiquísimo. Las modernas sociedades feministas han adoptado la postura de que las mujeres pueden tenerlo todo- es decir, si algo va mal, la culpa se le echa directamente al hombre. Esto es injusto para los hombres.
No veo ninguna utopia clara, en lo que se refiere a la ley sobre la violación. La violación es un problema. Parte del problema es que la ley interviene en áreas referidas al cortejo o el acto sexual, estas áreas no presionan por igual a los hombres y a las mujeres. Por el momento, sugiero únicamente que pensemos más allá y alrededor del esquema mental sobre “la mujer como diosa víctima” por el cual sufrimos actualmente.
Ver también: Capítulo 5: Acusaciones falsas y la mentira del abuso infantil.