Tras las elecciones europeas destaca el valor central que la discriminación
femenina y la reivindicación feminista correspondiente han tenido para
los candidatos españoles. De hecho y precisamente por considerarse
como un insulto machista las declaraciones del señor Arias Cañete
indicando que debatir con una mujer es complicado porque mostrar superioridad
intelectual parece machista, han tenido un relieve especial.
Sin embargo ningún candidato reivindicó a favor de los hombres
cuando en plena campaña se produjo el trágico accidente minero
en Turquía en el que murieron repentinamente más de 300 hombres.
No analizaron esta tragedia como un caso de discriminación sexual contra
los hombres, pese a lo mucho que dicen desear la igualdad.
Ni siquiera el Sr. Willy Meyer, candidato por la Izquierda Plural, que en
sus discursos de campaña recordó como la mayoría de los
directivos de las empresas del Ibex-35 son hombres, mencionó con una
actitud mínimamente igualitaria y justa, que la mayoría de los
accidentes laborales mortales los sufren hombres también, superando
el 95% de las víctimas en los últimos años. ¿Sucedería
lo mismo si las trescientas muertes hubiesen sido sufridas por mujeres, en
un contexto de accidentabilidad laboral preferentemente femenino? No lo creo.
Entonces sería algo inaceptable y nos lo habrían hecho saber.
Para nuestros dirigentes los hombres somos ciudadanos de segunda categoría
y merecemos menos consideración y apoyo. Ocultan la discriminación
que sufrimos no mencionándola, ni siquiera cuando nos encontramos ante
los ejemplos más graves, porque saben que eso nos acercaría
a la auténtica igualdad entre los dos sexos, algo que pone en serio
peligro el repugnante hembrismo al que defienden.